Éxodo 3.
Ya pasaron 40 años desde que Moisés huyó desesperadamente de Egipto. Durante este tiempo trabajó de pastor y vivió en el desierto, además de casarse son Séfora y tener hijos. Su suegro era Jetro, un sacerdote de Madián. Y ahora, a los ¡80 años!, Dios lo llama porque tenía preparado un ministerio para él. ¿Qué me cuentas?
Dios lo encuentra y le pide algo importantísimo (3:7-10). ¡Pero entonces surge la primera… EXCUSA! (3:11).
Qué piensas de los sentimientos de inferioridad de Moisés. ¿Te das cuenta? Esto de sentirse inferior no te pasa únicamente a ti. Imagínate, 40 años cuidando ovejas y de repente Dios lo llama a ser el líder de casi 1.000.000 de personas… ¡en esclavitud! ¡Para morirse!
¿Cómo lo alienta Dios? (3:12).
Dios te llama a dar testimonio delante de tus compañeros, ahí en tu curso o en tu trabajo. Te llama a desafiar a los tibios y apartados. A corregir a los que andan metidos en cualquier cosa. A comprometerte con el servicio en la iglesia.
¿Quién, yo? Sí, ¡tú! Cuando algún líder o pastor te invite a participar, no tomes tu decisión en función de tus sentimientos de inferioridad (“no voy a poder”, “no me va a salir bien”, “nunca lo hice”, “no estoy súper-híper-ultra bien con el Señor”…). Toma tu decisión considerando esto:
Si alguien pensó en ti y te invitó a participar fue porque primeramente Dios pensó en ti y Él te conoce mejor que nadie.
Es cierto que todo lo nuevo produce miedo e inseguridad, pero puedes ir y decirle al Señor: “Tengo miedo, me siento inseguro, nunca lo hice antes, y vengo a decirte todo esto para que me llenes de tus fuerzas ¡y no me dejes solo! Gracias por tenerme en cuenta”.
Piénsalo.
Si Dios pensó en ti es porque sabe que puedes hacerlo. ¡Anímate a creerle!
Pero si en cambios le crees más a lo que sientes nunca vas a hacer nada, porque lo que sientes muchas veces te tira abajo. Créele a Dios y anímate a salir del “desierto” de tu comodidad personal para pensar en otros y bendecirlos. En Él eres capaz de hacerlo aunque las primeras veces no sean fáciles.
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