Levítico 11.
Probablemente pienses (cuando yo tenía tu edad también pensaba lo mismo): “¿No hay temas más importantes en la Biblia?” “¿Para qué voy a perder mi tiempo leyendo sobre animales limpios e inmundos?”
Tranquilo. No dejes que la ansiedad “te mate”. Aunque te cueste creerlo (a mí me llevó bastante tiempo), aún de estos dos capítulos puedes “comer” cosas espirituales que te llenen y te dejen bien satisfecho.
Dios nunca habla por hablar. Todo lo que Él dice tiene un propósito bien definido y es útil para todos aquellos que sienten y tiene hambre por su Palabra.
Recuerda que los israelitas estaban viviendo en el desierto. Allí no había centros de salud, ni lugares de desintoxicación, ni hospitales. No había profesionales de la salud, dietólogos, ni bromatólogos que analizaran la calidad y el estado de los alimentos. Por lo tanto el médico dietólogo y el bromatólogo era Dios mismo. Y al darles esta lista de animales permitidos y prohibidos para comer, lo que estaba haciendo era protegerlos de contaminaciones y enfermedades además de desafiarlos a la santidad aún en lo que comían. Otra manera muy clara de marcar diferencias entre ellos y el resto de los pueblos o naciones. ¿Te das cuenta?
Hoy, tú y yo estamos en la gracia, estamos en Cristo, y por lo tanto podemos comer cualquier clase de alimentos. No tenemos ninguna prohibición. Pero recuerda que no es únicamente tu estomago lo que alimentas cada día. También estás dándoles de comer a tu mente y a tus emociones.
¿Cómo y con qué te estás alimentando?
Para nosotros, “comer de los animales limpios”, significa alimentar la mente y el corazón con todo aquello que nos haga bien en nuestra relación con Dios y con las personas, sean o no cristianas.
¿Te alimentas de la Palabra de Dios?
¿Aprovechas la mayor parte de tu tiempo para compartir y estar en comunión con personas que te bendicen
y edifican?
¿Escuchas y te llenas de excelente música cristiana?
¿Lees algún buen libro que te motive a vivir intensamente en Cristo?
¿Participas de actividades, encuentros, congresos, campamentos, concursos bíblicos, etc., que te estimulen a comer más y más de la Palabra?
Por otro lado, lo inmundo es sucio. Lo inmundo contamina y enferma. Sé sincero contigo mismo.
¿Con qué cosas inmundas estás alimentando tu mente y corazón? Tú las conoces y Dios también.
¿Con qué tipo de conversaciones, lecturas, películas, música, videojuegos o anime te estás contaminando?
¿Con qué clase de personas, vicios, mentiras o en qué lugares te estás ensuciando?
Piénsalo.
Todavía estás a tiempo de limpiar y santificar tu corazón. Todavía puedes acercarte al Dios santo para confesarle tus pecados y sanar tu mente y emociones. Todavía estás a tiempo de volver a alimentarte con la comida fresca de la Palabra de Dios para fortalecerte y vencer tus debilidades, para disfrutar de sus verdades y para llenarte de Su Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario