jueves, 17 de marzo de 2011

¿DE QUIEN TE QUEJAS?

Éxodo 16.

Pasaron pocas semanas desde que salieron de Egipto y ya comenzaron los primeros problemas. El pueblo cambió  la danza y la alabanza por terribles murmuraciones y quejas insoportables.
Se quejaban continuamente, pero lo peor de todo era que aún añoraban su vida vieja. ¡¿Quién los entiende?!
Se le quejaban a Moisés pero en realidad, ¿a quién iban dirigidas sus quejas y críticas? (16:7-8).
¿Hacia quién diriges generalmente tus quejas? No hace falta decir cosas en voz alta para quejarse, porque hay quejas del pensamiento. Y también hay quejas de las actitudes, por ejemplo cuando reaccionas con fastidio y malestar por las cosas que te mandan a hacer o que te dicen. Tal vez ni abres la boca pero esa reacción fastidiosa es una manera de quejarte.
¿Sabías que la queja es un pecado y que además, te convierte en alguien amargado, egoísta y pesimista, incapaz de ver las cosas buenas que te rodean y disfrutarlas?
¿Sabías que la murmuración es un grave pecado?
Murmurar es hablar con otros mal de alguien sin que éste lo sepa. Entonces, cada vez que le sacas mano a alguien, o lo acusas, desprestigias o criticas, estás murmurando.
Si te sucede algo o te sientes incómodo con alguien, no murmures con otras personas en su contra. Anda, da la cara y habla personalmente con él. No peques.
¿Sabías que toda queja y murmuración hacia otros están dirigidas a Dios? ¿Sabes por qué? Porque es Dios quien puso a tu lado a esas personas y es Él quien decide sobre tu vida.
Otro grave pecado de este pueblo era que constantemente extrañaba su vieja vida en Egipto (16:3, 17:3).
¡Extrañaban ser esclavos! ¡Extrañaban que los hicieran trabajar como unos burros! ¡Extrañaban que los tratasen como a animales! ¡Estaban locos!
Seguramente tú dejaste cosas para seguir a Jesús, ¿todavía las extrañas?
Los amigos, el sexo, los boliches, los porros, aquellas “resacas”, esos pecados o vicios que te ataban. Muy dentro de ti, ¿quieres volver a todo aquello o estás disfrutando de todo lo nuevo y lo sano que hay en Jesús?
¿Prefieres aquellos “palos” que te pegaba Satanás o la libertad que encuentras en Cristo?

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