Levítico 11.
Probablemente pienses (cuando yo tenía tu edad también pensaba lo mismo): “¿No hay temas más importantes en la Biblia?” “¿Para qué voy a perder mi tiempo leyendo sobre animales limpios e inmundos?”
Tranquilo. No dejes que la ansiedad “te mate”. Aunque te cueste creerlo (a mí me llevó bastante tiempo), aún de estos dos capítulos puedes “comer” cosas espirituales que te llenen y te dejen bien satisfecho.
Dios nunca habla por hablar. Todo lo que Él dice tiene un propósito bien definido y es útil para todos aquellos que sienten y tiene hambre por su Palabra.
Recuerda que los israelitas estaban viviendo en el desierto. Allí no había centros de salud, ni lugares de desintoxicación, ni hospitales. No había profesionales de la salud, dietólogos, ni bromatólogos que analizaran la calidad y el estado de los alimentos. Por lo tanto el médico dietólogo y el bromatólogo era Dios mismo. Y al darles esta lista de animales permitidos y prohibidos para comer, lo que estaba haciendo era protegerlos de contaminaciones y enfermedades además de desafiarlos a la santidad aún en lo que comían. Otra manera muy clara de marcar diferencias entre ellos y el resto de los pueblos o naciones. ¿Te das cuenta?
Hoy, tú y yo estamos en la gracia, estamos en Cristo, y por lo tanto podemos comer cualquier clase de alimentos. No tenemos ninguna prohibición. Pero recuerda que no es únicamente tu estomago lo que alimentas cada día. También estás dándoles de comer a tu mente y a tus emociones.
¿Cómo y con qué te estás alimentando?
Para nosotros, “comer de los animales limpios”, significa alimentar la mente y el corazón con todo aquello que nos haga bien en nuestra relación con Dios y con las personas, sean o no cristianas.
¿Te alimentas de la Palabra de Dios?
¿Aprovechas la mayor parte de tu tiempo para compartir y estar en comunión con personas que te bendicen
y edifican?
¿Escuchas y te llenas de excelente música cristiana?
¿Lees algún buen libro que te motive a vivir intensamente en Cristo?
¿Participas de actividades, encuentros, congresos, campamentos, concursos bíblicos, etc., que te estimulen a comer más y más de la Palabra?
Por otro lado, lo inmundo es sucio. Lo inmundo contamina y enferma. Sé sincero contigo mismo.
¿Con qué cosas inmundas estás alimentando tu mente y corazón? Tú las conoces y Dios también.
¿Con qué tipo de conversaciones, lecturas, películas, música, videojuegos o anime te estás contaminando?
¿Con qué clase de personas, vicios, mentiras o en qué lugares te estás ensuciando?
Piénsalo.
Todavía estás a tiempo de limpiar y santificar tu corazón. Todavía puedes acercarte al Dios santo para confesarle tus pecados y sanar tu mente y emociones. Todavía estás a tiempo de volver a alimentarte con la comida fresca de la Palabra de Dios para fortalecerte y vencer tus debilidades, para disfrutar de sus verdades y para llenarte de Su Espíritu.
miércoles, 30 de marzo de 2011
lunes, 28 de marzo de 2011
LA CARETA DE LA SANTIDAD
Levítico 10.
Después de que Dios terminó de explicarle a Moisés cómo debían ofrecerse las ofrendas (6:8 al 7:38), y después que Aarón y sus hijos fueran consagrados a Dios como sacerdotes y ofrecieran sus primeros sacrificios delante de Él (capítulo 9) sucedió algo inesperado. Algo que no debería haber sucedido nunca.
¿Qué hicieron Nadab y Abiú delante de Dios? (10:1).
Nadab y Abiú eran sacerdotes de Dios ¡pero solo en apariencia!
Ellos tenían todo el aspecto exterior de sacerdotes. Cualquiera que los miraba podía identificarlos fácilmente:
¡Eran privilegiados entre todo el pueblo al poder servir a Dios! Podían hacer lo que millares del pueblo jamás llegarían a hacer. Ocupaban un lugar de honor y privilegio ¿quién podía dudar de ellos?
Pero el corazón de Nadab y Abiú no era santo. Ellos tenían toda la apariencia de la santidad pero no lo eran en absoluto.
Dentro del Tabernáculo de Dios ofrecieron un fuego extraño. Le ofrecieron a Dios un tipo de ofrenda que Él nunca les había mandado ofrecer. Probablemente, ambos estaban pasados de alcohol y quisieron “jugar a ser sacerdotes”. ¡Pobres tipos! No tuvieron en cuenta que Dios no juega con las cosas santas.
El final ya lo conoces.
Piénsalo.
¿Cómo estás viviendo?
¿Con apariencia de cristiano dentro de la iglesia o como un adolescente y joven auténticamente comprometido con Jesús aún fuera de las “blancas paredes“?
¿Estás ofreciendo delante de Dios las ofrendas que Él desea recibir: gratitud, confesión sincera de pecados, alabanza y adoración, sujeción a tus autoridades, oración, fe en su Palabra?
¿O tu ofrenda es un “fuego extraño” de desobediencia, de quejas y enojos, de pecados ocultos, de mezclar lo santo con el mundo, de apariencias?
¿Valoras el privilegio que tienes de ser un hijo de Dios y un sacerdote delante de Él?
¿Valoras el privilegio de poder servirlo?
¿Lo sirves con un corazón limpio y agradecido?
¿Renunciarías a tus “apariencias” para comprometerte totalmente con Él?
Después de que Dios terminó de explicarle a Moisés cómo debían ofrecerse las ofrendas (6:8 al 7:38), y después que Aarón y sus hijos fueran consagrados a Dios como sacerdotes y ofrecieran sus primeros sacrificios delante de Él (capítulo 9) sucedió algo inesperado. Algo que no debería haber sucedido nunca.
¿Qué hicieron Nadab y Abiú delante de Dios? (10:1).
Nadab y Abiú eran sacerdotes de Dios ¡pero solo en apariencia!
Ellos tenían todo el aspecto exterior de sacerdotes. Cualquiera que los miraba podía identificarlos fácilmente:
- Pertenecían a la familia de los sacerdotes.
- Habían sido escogidos y ungidos como sacerdotes
- Vestían las túnicas blancas sacerdotales, símbolo de pureza y santidad.
- Habían puesto sus manos sobre la cabeza del animal del sacrificio identificándose con él.
- Ofrecieron ofrendas delante de Dios en el Tabernáculo.
¡Eran privilegiados entre todo el pueblo al poder servir a Dios! Podían hacer lo que millares del pueblo jamás llegarían a hacer. Ocupaban un lugar de honor y privilegio ¿quién podía dudar de ellos?
Pero el corazón de Nadab y Abiú no era santo. Ellos tenían toda la apariencia de la santidad pero no lo eran en absoluto.
Dentro del Tabernáculo de Dios ofrecieron un fuego extraño. Le ofrecieron a Dios un tipo de ofrenda que Él nunca les había mandado ofrecer. Probablemente, ambos estaban pasados de alcohol y quisieron “jugar a ser sacerdotes”. ¡Pobres tipos! No tuvieron en cuenta que Dios no juega con las cosas santas.
El final ya lo conoces.
Piénsalo.
¿Cómo estás viviendo?
¿Con apariencia de cristiano dentro de la iglesia o como un adolescente y joven auténticamente comprometido con Jesús aún fuera de las “blancas paredes“?
¿Estás ofreciendo delante de Dios las ofrendas que Él desea recibir: gratitud, confesión sincera de pecados, alabanza y adoración, sujeción a tus autoridades, oración, fe en su Palabra?
¿O tu ofrenda es un “fuego extraño” de desobediencia, de quejas y enojos, de pecados ocultos, de mezclar lo santo con el mundo, de apariencias?
¿Valoras el privilegio que tienes de ser un hijo de Dios y un sacerdote delante de Él?
¿Valoras el privilegio de poder servirlo?
¿Lo sirves con un corazón limpio y agradecido?
¿Renunciarías a tus “apariencias” para comprometerte totalmente con Él?
sábado, 26 de marzo de 2011
¡¿QUE HACES?!
Levíticos 5 al 6:7.
La ofrenda por las TRANSGRESIONES.
Cuando Dios y las personas que están en autoridad te ponen límites lo hacen para tu bien. Te dicen “hasta acá puedes llegar”. Pero cuando tú decides hacer tu propia voluntad y cruzas esos límites estás transgrediendo esa orden. En otras palabras: estás cruzando los límites y al hacerlo, pecas. Una transgresión es cruzar el límite, rebelarte contra la orden. Las transgresiones son el resultado del pecado que está en nosotros. Cada vez que transgredimos con malos pensamientos, malas actitudes, comentarios fuera de lugar o reacciones impulsivas, pecamos y necesitamos nuevamente buscar a Dios para ser perdonados y restaurados.
Los cuatro tipos de transgresiones son:
A. No testificar de algo que viste o sabes (5:1).
¿Cuántas veces “ves”, “escuchas” o “te enteras” de lo que otros hacen mal y cierras tu boca y lo ocultas porque no quieres denunciarlos?
Al tener esta actitud, tú estás participando del pecado de ellos. Es como si estuvieras pecando con ellos.
Eres cómplice al esconderlo. No tienes que actuar como un chismoso contándoselo a todo el mundo (porque no todos deben enterarse de eso que tú sabes), pero sí tienes la responsabilidad de hablar con las personas que están en autoridad y decírselo a ellas para que quedar libre de ese pecado.
¿O cuántas veces sentiste miedo o vergüenza de contarles a otros acerca de tu relación personal con Jesús sabiendo que Dios te pide que seas testigo de su amor y salvación? Esto también es transgredir porque no estás dando testimonio de lo que sabes.
B. Tocar el cadáver de un animal inmundo (5:2).
¿Cuántas veces “oyes” cosas relacionadas con la muerte? ¿Cuántas veces “matas” tu vida espiritual y tu relación con Dios oyendo las críticas negativas, los comentarios malintencionados o las palabras mentirosas contra los líderes y pastores o en contra de otros hermanos? Al escucharlas es como si tocaras un cadáver.
Hay personas que son como cadáveres: están llenos de muerte. Son amargados, resentidos, vengativos, y todo lo que hablan o dicen es para destruir a otros. Cuando pasas mucho tiempo oyendo a esas personas te contagias de la muerte que hay en ellos. ¡No pierdas el tiempo escuchándolos! ¡Huelen a cadáver de muchos años de putrefacción! ¡Aléjate de ellos! ¡Manténte limpio y vivo en tu corazón!
C. Tocar la inmundicia de un hombre (5:3).
Son muchas las cosas inmundas de las personas sin Cristo, pero una de las más graves es la fornicación. Fornicar es tener relaciones sexuales con alguien. Tener sexo sin estar casado con esa persona. Pero ¿sabías que también fornicas cuando te calientas la cabeza con alguien que te gusta? ¿O cuando miras pornografía o programas eróticos? ¿O cuando tu mente vuela con música sugerentemente erótica? Todo esto es como tocar inmundicia.
D. Jurar a la ligera (5:4).
Jurar a la ligera es hablar por hablar. Es hablar sin necesidad, apresuradamente, de cosas buenas o malas.
Se refiere a todo lo que hablas que no edifica y no bendice, aún cuando no sea malo. Son puras palabras y nada más. Especialmente cuando opinas de personas o cosas sin conocerlas bien.
¿Qué debía hacer la persona que transgredía en alguna de estas maneras? (5:5 al 13).
Confiésales tu pecado a Dios y a las personas contra las que transgrediste en alguna de estas maneras para ser perdonado. Y pon la Palabra de Dios en tu mente y corazón para ser sanado.
La ofrenda por las TRANSGRESIONES.
Cuando Dios y las personas que están en autoridad te ponen límites lo hacen para tu bien. Te dicen “hasta acá puedes llegar”. Pero cuando tú decides hacer tu propia voluntad y cruzas esos límites estás transgrediendo esa orden. En otras palabras: estás cruzando los límites y al hacerlo, pecas. Una transgresión es cruzar el límite, rebelarte contra la orden. Las transgresiones son el resultado del pecado que está en nosotros. Cada vez que transgredimos con malos pensamientos, malas actitudes, comentarios fuera de lugar o reacciones impulsivas, pecamos y necesitamos nuevamente buscar a Dios para ser perdonados y restaurados.
Los cuatro tipos de transgresiones son:
A. No testificar de algo que viste o sabes (5:1).
¿Cuántas veces “ves”, “escuchas” o “te enteras” de lo que otros hacen mal y cierras tu boca y lo ocultas porque no quieres denunciarlos?
Al tener esta actitud, tú estás participando del pecado de ellos. Es como si estuvieras pecando con ellos.
Eres cómplice al esconderlo. No tienes que actuar como un chismoso contándoselo a todo el mundo (porque no todos deben enterarse de eso que tú sabes), pero sí tienes la responsabilidad de hablar con las personas que están en autoridad y decírselo a ellas para que quedar libre de ese pecado.
¿O cuántas veces sentiste miedo o vergüenza de contarles a otros acerca de tu relación personal con Jesús sabiendo que Dios te pide que seas testigo de su amor y salvación? Esto también es transgredir porque no estás dando testimonio de lo que sabes.
B. Tocar el cadáver de un animal inmundo (5:2).
¿Cuántas veces “oyes” cosas relacionadas con la muerte? ¿Cuántas veces “matas” tu vida espiritual y tu relación con Dios oyendo las críticas negativas, los comentarios malintencionados o las palabras mentirosas contra los líderes y pastores o en contra de otros hermanos? Al escucharlas es como si tocaras un cadáver.
Hay personas que son como cadáveres: están llenos de muerte. Son amargados, resentidos, vengativos, y todo lo que hablan o dicen es para destruir a otros. Cuando pasas mucho tiempo oyendo a esas personas te contagias de la muerte que hay en ellos. ¡No pierdas el tiempo escuchándolos! ¡Huelen a cadáver de muchos años de putrefacción! ¡Aléjate de ellos! ¡Manténte limpio y vivo en tu corazón!
C. Tocar la inmundicia de un hombre (5:3).
Son muchas las cosas inmundas de las personas sin Cristo, pero una de las más graves es la fornicación. Fornicar es tener relaciones sexuales con alguien. Tener sexo sin estar casado con esa persona. Pero ¿sabías que también fornicas cuando te calientas la cabeza con alguien que te gusta? ¿O cuando miras pornografía o programas eróticos? ¿O cuando tu mente vuela con música sugerentemente erótica? Todo esto es como tocar inmundicia.
D. Jurar a la ligera (5:4).
Jurar a la ligera es hablar por hablar. Es hablar sin necesidad, apresuradamente, de cosas buenas o malas.
Se refiere a todo lo que hablas que no edifica y no bendice, aún cuando no sea malo. Son puras palabras y nada más. Especialmente cuando opinas de personas o cosas sin conocerlas bien.
¿Qué debía hacer la persona que transgredía en alguna de estas maneras? (5:5 al 13).
Confiésales tu pecado a Dios y a las personas contra las que transgrediste en alguna de estas maneras para ser perdonado. Y pon la Palabra de Dios en tu mente y corazón para ser sanado.
viernes, 25 de marzo de 2011
¡¡¡PERDONADOS!!!
Perdonados!!!
Levítico 4.
Ofrendas por el PECADO.
Seguramente te llamó la atención la expresión “si pecare por yerro” (¡queeé!). Esto quiere decir “pecar por ignorancia” (¡aaahhh!).
Muchas veces pecamos a propósito, deliberadamente. Sabemos que no hay que hacerlo y lo hacemos (después inventamos un montón de excusas torpes, pero ese es otro tema), pero en otras oportunidades pecamos ignorando que eso es malo para nosotros. Pero, a pesar de todo, sea a propósito o por ignorancia,
Dios no nos tira con un misil desde el cielo. Es paciente, aunque odia profundamente el pecado que cometimos.
¿Sabes por qué Dios toma esta actitud paciente y perdonadora?
Por dos razones:
1º. Porque así es Dios. Sí, aunque te suene muy simple. Ser paciente, ser perdonador y darnos más oportunidades de las que merecemos es su forma de ser. Pero que te quede claro: Él aborrece el pecado y también nos disciplina cuando es necesario.
2º. Porque Él sabe que tenemos una inclinación natural a pecar y que por nosotros mismos no podemos “ganarle” al pecado. El pecado como poder está en nosotros desde nuestra gestación y seguirá hasta nuestra muerte. Pero esto no significa que podamos pecar libremente o nos excusemos diciendo: “No puedo, no puedo, el poder del pecado me hace pecar, quiero pero no puedo”. ¡Mentiras! Pecas porque quieres no porque estés obligado a hacerlo. Jesús te dio libertad y su vida en la tuya te da un poder mayor al del pecado, el poder y la fuerza para amar la santidad y honrar a Dios.
Cuando pecas, ¿qué tipo de actitudes tomas?
A. ¿Acusas y culpas a otros por lo que decidiste hacer o decir?
B. ¿Le buscas explicaciones, excusas o justificaciones racionales a tu pecado para hacerlo parecer “menos malo” o “menos grave”?
C. ¿Ocultas lo que hiciste poniendo cara de “no pasa nada”, “todo está bien” o “yo jamás haría algo así”?
D. ¿Buscas escapismos para no pensar en lo que hiciste? Videojuegos, T.V., juegos de rol, música, estudiar o trabajar como un loco, dormir todo el día, etc.
E. ¿Reconoces que pecaste y aceptas tu responsabilidad por lo que hiciste, buscando a Dios para confesarle tu pecado y creyendo que Él puede limpiarte y perdonarte completamente?
Solamente esta última opción es la correcta, porque es la única que te soluciona el grave problema del pecado. Sólo Dios puede hacerse cargo de nuestra pecaminosidad, por eso necesitas a Jesús para que su sangre te limpie y su vida te santifique.
Y recuerda que el único pecado que Dios no perdona es aquel que tú no le confiesas.
Levítico 4.
Ofrendas por el PECADO.
Seguramente te llamó la atención la expresión “si pecare por yerro” (¡queeé!). Esto quiere decir “pecar por ignorancia” (¡aaahhh!).
Muchas veces pecamos a propósito, deliberadamente. Sabemos que no hay que hacerlo y lo hacemos (después inventamos un montón de excusas torpes, pero ese es otro tema), pero en otras oportunidades pecamos ignorando que eso es malo para nosotros. Pero, a pesar de todo, sea a propósito o por ignorancia,
Dios no nos tira con un misil desde el cielo. Es paciente, aunque odia profundamente el pecado que cometimos.
¿Sabes por qué Dios toma esta actitud paciente y perdonadora?
Por dos razones:
1º. Porque así es Dios. Sí, aunque te suene muy simple. Ser paciente, ser perdonador y darnos más oportunidades de las que merecemos es su forma de ser. Pero que te quede claro: Él aborrece el pecado y también nos disciplina cuando es necesario.
2º. Porque Él sabe que tenemos una inclinación natural a pecar y que por nosotros mismos no podemos “ganarle” al pecado. El pecado como poder está en nosotros desde nuestra gestación y seguirá hasta nuestra muerte. Pero esto no significa que podamos pecar libremente o nos excusemos diciendo: “No puedo, no puedo, el poder del pecado me hace pecar, quiero pero no puedo”. ¡Mentiras! Pecas porque quieres no porque estés obligado a hacerlo. Jesús te dio libertad y su vida en la tuya te da un poder mayor al del pecado, el poder y la fuerza para amar la santidad y honrar a Dios.
Cuando pecas, ¿qué tipo de actitudes tomas?
A. ¿Acusas y culpas a otros por lo que decidiste hacer o decir?
B. ¿Le buscas explicaciones, excusas o justificaciones racionales a tu pecado para hacerlo parecer “menos malo” o “menos grave”?
C. ¿Ocultas lo que hiciste poniendo cara de “no pasa nada”, “todo está bien” o “yo jamás haría algo así”?
D. ¿Buscas escapismos para no pensar en lo que hiciste? Videojuegos, T.V., juegos de rol, música, estudiar o trabajar como un loco, dormir todo el día, etc.
E. ¿Reconoces que pecaste y aceptas tu responsabilidad por lo que hiciste, buscando a Dios para confesarle tu pecado y creyendo que Él puede limpiarte y perdonarte completamente?
Solamente esta última opción es la correcta, porque es la única que te soluciona el grave problema del pecado. Sólo Dios puede hacerse cargo de nuestra pecaminosidad, por eso necesitas a Jesús para que su sangre te limpie y su vida te santifique.
Y recuerda que el único pecado que Dios no perdona es aquel que tú no le confiesas.
jueves, 24 de marzo de 2011
OLOR DE PAZ
Levítico 3.
Ofrenda de PAZ.
Muchas veces no disfrutamos de la paz de Dios porque nuestra comunión no es tan fuerte o porque no estamos totalmente entregados a Él. Aunque creo que la razón más común está en la inclinación que aún tenemos a pecar. Nuestra conciencia nos acusa y nos sentimos intranquilos, nerviosos o preocupados, entonces necesitamos volver a recuperar esa paz en nuestros corazones. Esto es lo que representa la ofrenda de paz.
Sin defecto. Esto era lo más importante. Significa libre de pecados y de imperfecciones. Tú ya sabes que el único con estas características fue Jesús.
Poner las manos sobre el animal. Esto significa identificación y unión. El animal es sacrificado pero es como si la misma persona hubiera sido sacrificada. Cuando Jesús moría, tú y yo moríamos con Él.
La sangre derramada. Representa a la sangre que Jesús derramó en la cruz por nosotros. Es un simbolismo de su vida entregada. Su sangre, además de borrar tus pecados también limpia tu conciencia para que nada pueda perturbarte. Si confesaste tus pecados a Jesucristo y le pediste que te limpie ¡no dejes que nada ni nadie te haga sentir culpable!
¡Todo el mundo busca paz! Todos tratan de sentirse tranquilos, inclusive tú y yo. Pero ¿sabes cuál es el problema? El problema es tratar de buscar la paz y la tranquilidad en los lugares equivocados.
Hay una paz auténtica, real y duradera y hay una paz falsa y aparente. La falsa y aparente es la que te ofrece el mundo que te rodea. Ella se basa en el “tener cosas”, “hacer cosas” o en “probar cosas”. Mientras tienes lo que quieres o mientras pruebas o haces algo determinado te sientes momentáneamente tranquilo, pero cuando “eso paso”, otra vez la locura, el malhumor, la intranquilidad interior. Y de nuevo… a probar las mismas cosas para llegar a los mismos inútiles resultados.
¿Qué cosas “prueban” los que están más cerca de ti para tratar de calmar sus conciencias y tener paz?
Y tú como hijo de Dios, ¿cuántas veces te enganchaste a querer probar esas mismas cosas?
¿Lograste una paz con Dios duradera o aumentaron los sentimientos de culpa y la intranquilidad interior?
¿Cuántas veces sentiste que por tener o lograr determinada cosa ibas a estar más tranquilo? Tal vez en el momento te sentiste fantástico, pero ¿después qué?
Piénsalo.
Solamente en una relación íntima y diaria con Dios aprenderás a disfrutar su paz, aún en medio de las situaciones más difíciles que te toquen vivir. Porque la paz de Dios se agranda en medio de las situaciones complicadas cuando tu vida es totalmente para Él. No pierdas tu tiempo tratando de tener o de probar nuevas cosas para sentir paz.
Búscalo a Dios y duerme tranquilo.
Ofrenda de PAZ.
Muchas veces no disfrutamos de la paz de Dios porque nuestra comunión no es tan fuerte o porque no estamos totalmente entregados a Él. Aunque creo que la razón más común está en la inclinación que aún tenemos a pecar. Nuestra conciencia nos acusa y nos sentimos intranquilos, nerviosos o preocupados, entonces necesitamos volver a recuperar esa paz en nuestros corazones. Esto es lo que representa la ofrenda de paz.
Sin defecto. Esto era lo más importante. Significa libre de pecados y de imperfecciones. Tú ya sabes que el único con estas características fue Jesús.
Poner las manos sobre el animal. Esto significa identificación y unión. El animal es sacrificado pero es como si la misma persona hubiera sido sacrificada. Cuando Jesús moría, tú y yo moríamos con Él.
La sangre derramada. Representa a la sangre que Jesús derramó en la cruz por nosotros. Es un simbolismo de su vida entregada. Su sangre, además de borrar tus pecados también limpia tu conciencia para que nada pueda perturbarte. Si confesaste tus pecados a Jesucristo y le pediste que te limpie ¡no dejes que nada ni nadie te haga sentir culpable!
¡Todo el mundo busca paz! Todos tratan de sentirse tranquilos, inclusive tú y yo. Pero ¿sabes cuál es el problema? El problema es tratar de buscar la paz y la tranquilidad en los lugares equivocados.
Hay una paz auténtica, real y duradera y hay una paz falsa y aparente. La falsa y aparente es la que te ofrece el mundo que te rodea. Ella se basa en el “tener cosas”, “hacer cosas” o en “probar cosas”. Mientras tienes lo que quieres o mientras pruebas o haces algo determinado te sientes momentáneamente tranquilo, pero cuando “eso paso”, otra vez la locura, el malhumor, la intranquilidad interior. Y de nuevo… a probar las mismas cosas para llegar a los mismos inútiles resultados.
¿Qué cosas “prueban” los que están más cerca de ti para tratar de calmar sus conciencias y tener paz?
Y tú como hijo de Dios, ¿cuántas veces te enganchaste a querer probar esas mismas cosas?
¿Lograste una paz con Dios duradera o aumentaron los sentimientos de culpa y la intranquilidad interior?
¿Cuántas veces sentiste que por tener o lograr determinada cosa ibas a estar más tranquilo? Tal vez en el momento te sentiste fantástico, pero ¿después qué?
Piénsalo.
Solamente en una relación íntima y diaria con Dios aprenderás a disfrutar su paz, aún en medio de las situaciones más difíciles que te toquen vivir. Porque la paz de Dios se agranda en medio de las situaciones complicadas cuando tu vida es totalmente para Él. No pierdas tu tiempo tratando de tener o de probar nuevas cosas para sentir paz.
Búscalo a Dios y duerme tranquilo.
miércoles, 23 de marzo de 2011
ACEITE SI, LEVADURA NO
Levítico 2.
La ofrenda de FLOR DE HARINA.
El grano de trigo es útil solamente si llega a ser harina, pero para esto debe pasar por muchos procesos donde es cortado, seleccionado, triturado, molido, etc.
El trigo es un símbolo del Señor Jesús. De la misma manera que el trigo, Jesús pasó por muchas situaciones a lo largo de su vida experimentando sufrimientos hasta llegar a cumplir su objetivo. Él fue golpeado, torturado y muerto (molido) por ti y por mí. Pero Jesús resucitó para darnos una vida nueva y completa.
Ya sabes todo lo que Él sufrió por amor a nosotros (rechazos, desprecios, maltratos, burlas, la muerte) ¿estarías dispuesto a sufrir, si fuera necesario, burlas o desprecios por amor a Jesús?
No es obligatorio sufrir, y tal vez nunca tengas que sufrir por amor a Cristo. Tal vez nunca te rechacen o te traten mal por tu fe en Él. Tal vez ese momento llegue o tal vez no, pero necesitas estar preparado.
Sin embargo, el Señor no quiere que tú y yo suframos (aunque muchas veces lo permita para diferentes propósitos). Él no es un sádico al que le guste hacer sufrir, pero Él también sabe que somos muy tercos, muy rebeldes, muy desobedientes y muy egoístas, entonces, utiliza el sufrimiento para “ablandarnos”, para llamar nuestra atención, para hacernos depender de él, para que vivamos como él desea y no como se nos dé la gana.
La ofrenda de flor de harina llevaba ACEITE. El aceite representa al Espíritu Santo. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, lleno de su poder y de su vida.
¿Estás lleno del Espíritu Santo? ¿Cómo puedes saberlo? Mírate adentro: si no hay pecados ocultos o malas intenciones en tu corazón. Si estás en comunión con Dios todos los días, orando, adorando, “comiendo” su Palabra, creyéndola. Si eliges no hacer tu propia voluntad para agradarlo a Él, si tu vida muestra el fruto del Espíritu, entonces, estás lleno del Espíritu Santo.
La ofrenda también llevaba INCIENSO PURO. El incienso es para adoración. La vida de Jesús era adoración para Dios. Dios se gozaba en su vida.
¿Se goza Dios con tu vida?
¿Lo que haces o dices es adoración para Dios?
La ofrenda no podía llevar LEVADURA. La levadura representa al pecado. Podrás hacer muchas cosas para Dios dentro o fuera de la iglesia, pero si hay pecados ocultos en tu vida, Dios no aceptará lo que hagas, no importa cuánto te esfuerces o pienses o cuánto dinero o tiempo inviertas. Él no te bendecirá ni te acompañará. Tus motivaciones y tus intenciones deben ser limpias.
¿Cómo está tu corazón delante de Dios?
¿Cuáles son tus intenciones al hacer las cosas, al participar de tal o cual ministerio?
Piénsalo.
La ofrenda de FLOR DE HARINA.
El grano de trigo es útil solamente si llega a ser harina, pero para esto debe pasar por muchos procesos donde es cortado, seleccionado, triturado, molido, etc.
El trigo es un símbolo del Señor Jesús. De la misma manera que el trigo, Jesús pasó por muchas situaciones a lo largo de su vida experimentando sufrimientos hasta llegar a cumplir su objetivo. Él fue golpeado, torturado y muerto (molido) por ti y por mí. Pero Jesús resucitó para darnos una vida nueva y completa.
Ya sabes todo lo que Él sufrió por amor a nosotros (rechazos, desprecios, maltratos, burlas, la muerte) ¿estarías dispuesto a sufrir, si fuera necesario, burlas o desprecios por amor a Jesús?
No es obligatorio sufrir, y tal vez nunca tengas que sufrir por amor a Cristo. Tal vez nunca te rechacen o te traten mal por tu fe en Él. Tal vez ese momento llegue o tal vez no, pero necesitas estar preparado.
Sin embargo, el Señor no quiere que tú y yo suframos (aunque muchas veces lo permita para diferentes propósitos). Él no es un sádico al que le guste hacer sufrir, pero Él también sabe que somos muy tercos, muy rebeldes, muy desobedientes y muy egoístas, entonces, utiliza el sufrimiento para “ablandarnos”, para llamar nuestra atención, para hacernos depender de él, para que vivamos como él desea y no como se nos dé la gana.
La ofrenda de flor de harina llevaba ACEITE. El aceite representa al Espíritu Santo. Jesús estaba lleno del Espíritu Santo, lleno de su poder y de su vida.
¿Estás lleno del Espíritu Santo? ¿Cómo puedes saberlo? Mírate adentro: si no hay pecados ocultos o malas intenciones en tu corazón. Si estás en comunión con Dios todos los días, orando, adorando, “comiendo” su Palabra, creyéndola. Si eliges no hacer tu propia voluntad para agradarlo a Él, si tu vida muestra el fruto del Espíritu, entonces, estás lleno del Espíritu Santo.
La ofrenda también llevaba INCIENSO PURO. El incienso es para adoración. La vida de Jesús era adoración para Dios. Dios se gozaba en su vida.
¿Se goza Dios con tu vida?
¿Lo que haces o dices es adoración para Dios?
La ofrenda no podía llevar LEVADURA. La levadura representa al pecado. Podrás hacer muchas cosas para Dios dentro o fuera de la iglesia, pero si hay pecados ocultos en tu vida, Dios no aceptará lo que hagas, no importa cuánto te esfuerces o pienses o cuánto dinero o tiempo inviertas. Él no te bendecirá ni te acompañará. Tus motivaciones y tus intenciones deben ser limpias.
¿Cómo está tu corazón delante de Dios?
¿Cuáles son tus intenciones al hacer las cosas, al participar de tal o cual ministerio?
Piénsalo.
martes, 22 de marzo de 2011
¿QUÉ TE PASÓ MOISES?
Éxodo 34.
Por la bronca que sintió contra la idolatría del pueblo Moisés rompió contra el piso las dos tablas de piedra con los mandamientos y las leyes de Dios. (34:1 al 3).
Moisés vuelve a la presencia de Dios, y Dios se revela delante de él (34:5 al 7).
¡Sí! Dios se proclama a sí mismo como fuerte, misericordioso y piadoso. Y esto no es síntoma de orgullo o soberbia, porque Dios no se mezcla NUNCA con el pecado. A veces nosotros decimos tonterías como por ejemplo: “No espera, no proclames eso…”, o “Proclamo que voy a ganar plata…”, o “No proclames que llueva…”, o “Proclama esto o no proclames aquello…”. Algunas de estas proclamaciones son puras supersticiones. Lo peor es que en muchas de estas proclamaciones “mágicas” con las que se pretenden obtener resultados instantáneos, ni lo tenemos en cuenta a Dios (aún cuando se lo nombre). Sin embargo lo que Dios proclama de sí mismo es totalmente distinto a mucho de lo que se oye por ahí. ¿Por qué?
Porque Dios proclama una VERDAD que tiene relación directa con su propia IDENTIDAD. Él no espera llegar a ser fuerte o misericordioso o perdonador. No es algo que Él desea que suceda ¡Él ya lo es!
Es una verdad absoluta y completa. Pero además, Dios cree totalmente lo que proclama.
¿Sabes qué es lo que sí tenemos que proclamar? La Palabra de Dios, las Bendiciones de Dios, las Promesas de Dios, los Mandamientos y Ordenes de Dios, las Verdades de Dios, los Juicios y Disciplinas de Dios. De tu boca tienen que salir palabras de fe.
Cualquier otra cosa que proclames o que escuches que otros proclaman, que no tenga nada que ver con la identidad y la verdad de Dios, es pura tontería. ¿Te queda más claro?
¿Cómo reacciona Moisés? (34:8-9, 28).
¿Cuándo fue la última vez que bajaste la cabeza hacia el piso (humillación) para adorar a Dios?
¿Cuándo fue la última vez que confesaste tus pecados y los pecados de tu familia o los pecados de la iglesia o de tu grupo para que Dios los perdone?
¿Confiesas específicamente tu pecado o el de tu familia con una verdadera actitud de arrepentimiento, o haces esa oración boba de “perdóname toooodo lo malo que hice”?
¿Por qué confiesas tus pecados? ¿Porque te duele haber pecado contra Dios y te sientes avergonzado por lo que hiciste, porque tienes miedo de que algo malo te suceda, o porque ya estás “muy acostumbrado” a hacerlo?
¿Cómo definirías tu comunión personal con Dios: Inconstante, a las apuradas, aburrida, motivada, disfrutando de la Palabra y la oración, desenganchado, muy metido con Él?
Tu vida diaria es el reflejo que todos podemos ver. ¿Cuánto tiempo pasas a solas con Dios en oración y adoración con su Palabra?
Si tienes dudas de esto fíjate lo que pasó con Moisés después de haber estado 40 días y 40 noches en comunión con el Señor (34:28 al 35). ¡Impresionante!
Mira si un día te ven llegar con el rostro resplandeciente. Sin embargo, lo más común es ver rostros amargados, quejosos, malhumorados, ansiosos, nerviosos, tristes, enojados, pesimistas, envidiosos, demacrados, ojerosos (por trasnochar viendo T.V.), o deprimidos, que no reflejan una comunión fuerte, íntima, diaria y sin apuros, con Dios. Y todos nos damos cuenta de que hay algo que no anda bien. Piénsalo.
Por la bronca que sintió contra la idolatría del pueblo Moisés rompió contra el piso las dos tablas de piedra con los mandamientos y las leyes de Dios. (34:1 al 3).
Moisés vuelve a la presencia de Dios, y Dios se revela delante de él (34:5 al 7).
¡Sí! Dios se proclama a sí mismo como fuerte, misericordioso y piadoso. Y esto no es síntoma de orgullo o soberbia, porque Dios no se mezcla NUNCA con el pecado. A veces nosotros decimos tonterías como por ejemplo: “No espera, no proclames eso…”, o “Proclamo que voy a ganar plata…”, o “No proclames que llueva…”, o “Proclama esto o no proclames aquello…”. Algunas de estas proclamaciones son puras supersticiones. Lo peor es que en muchas de estas proclamaciones “mágicas” con las que se pretenden obtener resultados instantáneos, ni lo tenemos en cuenta a Dios (aún cuando se lo nombre). Sin embargo lo que Dios proclama de sí mismo es totalmente distinto a mucho de lo que se oye por ahí. ¿Por qué?
Porque Dios proclama una VERDAD que tiene relación directa con su propia IDENTIDAD. Él no espera llegar a ser fuerte o misericordioso o perdonador. No es algo que Él desea que suceda ¡Él ya lo es!
Es una verdad absoluta y completa. Pero además, Dios cree totalmente lo que proclama.
¿Sabes qué es lo que sí tenemos que proclamar? La Palabra de Dios, las Bendiciones de Dios, las Promesas de Dios, los Mandamientos y Ordenes de Dios, las Verdades de Dios, los Juicios y Disciplinas de Dios. De tu boca tienen que salir palabras de fe.
Cualquier otra cosa que proclames o que escuches que otros proclaman, que no tenga nada que ver con la identidad y la verdad de Dios, es pura tontería. ¿Te queda más claro?
¿Cómo reacciona Moisés? (34:8-9, 28).
¿Cuándo fue la última vez que bajaste la cabeza hacia el piso (humillación) para adorar a Dios?
¿Cuándo fue la última vez que confesaste tus pecados y los pecados de tu familia o los pecados de la iglesia o de tu grupo para que Dios los perdone?
¿Confiesas específicamente tu pecado o el de tu familia con una verdadera actitud de arrepentimiento, o haces esa oración boba de “perdóname toooodo lo malo que hice”?
¿Por qué confiesas tus pecados? ¿Porque te duele haber pecado contra Dios y te sientes avergonzado por lo que hiciste, porque tienes miedo de que algo malo te suceda, o porque ya estás “muy acostumbrado” a hacerlo?
¿Cómo definirías tu comunión personal con Dios: Inconstante, a las apuradas, aburrida, motivada, disfrutando de la Palabra y la oración, desenganchado, muy metido con Él?
Tu vida diaria es el reflejo que todos podemos ver. ¿Cuánto tiempo pasas a solas con Dios en oración y adoración con su Palabra?
Si tienes dudas de esto fíjate lo que pasó con Moisés después de haber estado 40 días y 40 noches en comunión con el Señor (34:28 al 35). ¡Impresionante!
Mira si un día te ven llegar con el rostro resplandeciente. Sin embargo, lo más común es ver rostros amargados, quejosos, malhumorados, ansiosos, nerviosos, tristes, enojados, pesimistas, envidiosos, demacrados, ojerosos (por trasnochar viendo T.V.), o deprimidos, que no reflejan una comunión fuerte, íntima, diaria y sin apuros, con Dios. Y todos nos damos cuenta de que hay algo que no anda bien. Piénsalo.
lunes, 21 de marzo de 2011
UN BECERRO DE ORO
Éxodo 31 y 32.
Estos israelitas eran de no creer. ¿Puedes imaginarte que después de haber visto todo el poder de Dios librándolos de situaciones complicadas y después de haber recibido mandamientos tan claros para vivir bien y honrar a Dios, fueran e hicieran lo que hicieron?
¡Sí, imagínatelo! Es la patética realidad. (31:18, 32:1-6).
Sincerémonos. ¿Cuántas veces nosotros actuamos de la misma manera que ellos?
Está bien, no nos construimos un becerro de oro y lo escondemos en la pieza para ir a rezarle cada vez que nos pasa algo, pero… ¿cuántas veces lo reemplazamos a Dios por otras cosas creyendo que nos harán sentir bien o nos ayudarán en algo?
¿Pero por qué harían algo así? Es cierto que el pueblo todavía arrastraba las viejas costumbres paganas de Egipto, pero creo que la razón más poderosa es una pequeña palabrita que tú y yo conocemos mucho: IMPACIENCIA.
¡Sí! Moisés se tardaba en bajar del monte (24:18) ¡¿Y cuál era el problema?! ¿Acaso tenían algo más importante que hacer allí en el desierto?
Habían pasado 40 días (¡toda una vida, che!) y Moisés no aparecía. ¿Se habrá fugado? ¿Lo habrán abducido?
¿Cuántas veces la impaciencia te llevó a tomar decisiones apresuradas y a hacer cosas por tu propia cuenta porque Dios “se demoraba” en responderte?
¿Cuántas veces, aún habiendo visto el poder y el cuidado de Dios sobre tu vida, decidiste creer más en otras cosas convirtiéndolas en tus ídolos? Me refiero a horóscopos, cintas rojas contra la envidia, dinero, moda, etc.
Dios estaba dispuesto a desatar todo su juicio y su ira contra la idolatría del pueblo (32:10), pero delante de Él se puso Moisés, y oró y le suplicó que no lo hiciera. Le recordó a Dios la promesa que le había hecho a Abraham, a Isaac y a Jacob.
¡Me encanta Moisés! Alguien dispuesto a pensar más en los otros que en sí mismo. Él deseaba que Dios continuara con su plan original. Y me encanta ver el corazón de Dios lleno de paciencia y de misericordia.
Seguramente a ti, al igual que a mí, te pone bastante mal ver en tu grupo o dentro de la iglesia, chicos y chicas que nunca se comprometen, que todavía andan en cualquier cosa o que toman decisiones pasajeras y superficiales, pero… tú y yo, ¿somos mejores que ellos?
¿Sabes qué significa ser mejores que ellos? Significa tener la actitud de Moisés. “Señor, aunque se lo merezcan, no los destruyas. Por tu misericordia dales una oportunidad más”.
¿Es esta tu actitud hacia ellos o eres de los que juzgas sintiéndote más espiritual?
No te confundas. Tener la actitud de Moisés no es ser “tonto”. Él no lo era. Mira lo que hace con los que habían pecado (32:19-21, 25-29).
Te enojas cuando tus líderes o pastores te disciplinan o te hacen ver lo que no quieres ver, sin embargo son mucho más blanditos que Moisés. ¿No te parece?
Estos israelitas eran de no creer. ¿Puedes imaginarte que después de haber visto todo el poder de Dios librándolos de situaciones complicadas y después de haber recibido mandamientos tan claros para vivir bien y honrar a Dios, fueran e hicieran lo que hicieron?
¡Sí, imagínatelo! Es la patética realidad. (31:18, 32:1-6).
Sincerémonos. ¿Cuántas veces nosotros actuamos de la misma manera que ellos?
Está bien, no nos construimos un becerro de oro y lo escondemos en la pieza para ir a rezarle cada vez que nos pasa algo, pero… ¿cuántas veces lo reemplazamos a Dios por otras cosas creyendo que nos harán sentir bien o nos ayudarán en algo?
¿Pero por qué harían algo así? Es cierto que el pueblo todavía arrastraba las viejas costumbres paganas de Egipto, pero creo que la razón más poderosa es una pequeña palabrita que tú y yo conocemos mucho: IMPACIENCIA.
¡Sí! Moisés se tardaba en bajar del monte (24:18) ¡¿Y cuál era el problema?! ¿Acaso tenían algo más importante que hacer allí en el desierto?
Habían pasado 40 días (¡toda una vida, che!) y Moisés no aparecía. ¿Se habrá fugado? ¿Lo habrán abducido?
¿Cuántas veces la impaciencia te llevó a tomar decisiones apresuradas y a hacer cosas por tu propia cuenta porque Dios “se demoraba” en responderte?
¿Cuántas veces, aún habiendo visto el poder y el cuidado de Dios sobre tu vida, decidiste creer más en otras cosas convirtiéndolas en tus ídolos? Me refiero a horóscopos, cintas rojas contra la envidia, dinero, moda, etc.
Dios estaba dispuesto a desatar todo su juicio y su ira contra la idolatría del pueblo (32:10), pero delante de Él se puso Moisés, y oró y le suplicó que no lo hiciera. Le recordó a Dios la promesa que le había hecho a Abraham, a Isaac y a Jacob.
¡Me encanta Moisés! Alguien dispuesto a pensar más en los otros que en sí mismo. Él deseaba que Dios continuara con su plan original. Y me encanta ver el corazón de Dios lleno de paciencia y de misericordia.
Seguramente a ti, al igual que a mí, te pone bastante mal ver en tu grupo o dentro de la iglesia, chicos y chicas que nunca se comprometen, que todavía andan en cualquier cosa o que toman decisiones pasajeras y superficiales, pero… tú y yo, ¿somos mejores que ellos?
¿Sabes qué significa ser mejores que ellos? Significa tener la actitud de Moisés. “Señor, aunque se lo merezcan, no los destruyas. Por tu misericordia dales una oportunidad más”.
¿Es esta tu actitud hacia ellos o eres de los que juzgas sintiéndote más espiritual?
No te confundas. Tener la actitud de Moisés no es ser “tonto”. Él no lo era. Mira lo que hace con los que habían pecado (32:19-21, 25-29).
Te enojas cuando tus líderes o pastores te disciplinan o te hacen ver lo que no quieres ver, sin embargo son mucho más blanditos que Moisés. ¿No te parece?
domingo, 20 de marzo de 2011
ROPAS SANTAS
Éxodo 28 y 29, 39:1-31. Levítico 8.
Estas eran las Ropas Santas de los sacerdotes.
Las vestiduras de los sacerdotes debían ser parte de la adoración. Eran vestidos para honra y hermosura exquisitamente bordados y trabajados. Además eran ropas que los identificaban del resto del pueblo y que los habilitaban para servir dentro del Tabernáculo. Eran ropas blancas de lino fino, con hermosas piedras preciosas incrustadas en ellas y santificadas.
¿Hay santidad en tu manera de vestirte o hay provocación al sexo opuesto?
Hoy, tú y yo somos sacerdotes de Dios, y como tales somos sus representantes aquí en la tierra. Por lo tanto, cuando hablo de “santidad en tu manera de vestirte” no estoy diciendo que te vistas como un viejo ni que uses los vestidos de tu abuela. Lo que estoy queriendo decirte es que no provoques sexualmente. Puedes vestirte a la moda, ¡y está bien que lo hagas! sin necesidad de provocar sexualmente a nadie. Sea que uses una calza, una bikini o un short de baño, una minifalda o un vestido de fiesta, qué esa ropa también sea de buen testimonio, y no una manera de despertar los ratones de los demás alimentando sus fantasías sexuales. Los mal pensados lo serán te pongas lo que te pongas. Olvídate de ellos, lo importante es que tú no seas él/la provocador/a.
Como sacerdote de Dios, tus ropas tampoco pueden expresar abandono, dejadez, suciedad o muerte (onda góticos, por lo de “muerte”). ¡Qué tus ropas expresen gozo, ganas de vivir, pasión!
Piénsalo.
¿Cómo es tu manera de vestirte?
¿Qué mensajes estás dando?
Somos sacerdotes de Dios para ofrecerle adoración y reconocimiento. Y aunque no necesitamos usar una ropa “especial”, sí necesitamos hacerlo en santidad. De más está decir que nuestra manera de vestir debe expresar esa pureza interior.
Estas eran las Ropas Santas de los sacerdotes.
Las vestiduras de los sacerdotes debían ser parte de la adoración. Eran vestidos para honra y hermosura exquisitamente bordados y trabajados. Además eran ropas que los identificaban del resto del pueblo y que los habilitaban para servir dentro del Tabernáculo. Eran ropas blancas de lino fino, con hermosas piedras preciosas incrustadas en ellas y santificadas.
¿Hay santidad en tu manera de vestirte o hay provocación al sexo opuesto?
Hoy, tú y yo somos sacerdotes de Dios, y como tales somos sus representantes aquí en la tierra. Por lo tanto, cuando hablo de “santidad en tu manera de vestirte” no estoy diciendo que te vistas como un viejo ni que uses los vestidos de tu abuela. Lo que estoy queriendo decirte es que no provoques sexualmente. Puedes vestirte a la moda, ¡y está bien que lo hagas! sin necesidad de provocar sexualmente a nadie. Sea que uses una calza, una bikini o un short de baño, una minifalda o un vestido de fiesta, qué esa ropa también sea de buen testimonio, y no una manera de despertar los ratones de los demás alimentando sus fantasías sexuales. Los mal pensados lo serán te pongas lo que te pongas. Olvídate de ellos, lo importante es que tú no seas él/la provocador/a.
Como sacerdote de Dios, tus ropas tampoco pueden expresar abandono, dejadez, suciedad o muerte (onda góticos, por lo de “muerte”). ¡Qué tus ropas expresen gozo, ganas de vivir, pasión!
Piénsalo.
¿Cómo es tu manera de vestirte?
¿Qué mensajes estás dando?
Somos sacerdotes de Dios para ofrecerle adoración y reconocimiento. Y aunque no necesitamos usar una ropa “especial”, sí necesitamos hacerlo en santidad. De más está decir que nuestra manera de vestir debe expresar esa pureza interior.
sábado, 19 de marzo de 2011
PARA APRENDER A VIVIR
Éxodo 21 al 23.
¡Tantas leyes y ordenanzas! ¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros?
Aunque te parezca increíble tiene muchísimo que ver contigo y conmigo. Las leyes de Dios no son caprichosas, están dadas con objetivos muy claros.
¿Por qué piensas que Dios dejó leyes tan específicas?
La respuesta es muy simple: Si no hubiera leyes todo sería un gran desorden, cada uno impondría sus propias reglas y reinaría el caos. Pero además, las leyes de Dios tienen otro propósito: ellas nos libran de lo malo (malas decisiones, malas actitudes, malas reacciones, malos consejos, malas relaciones…) y nos revelan algo de la forma de ser de Dios. En otras palabras: Nos enseñan a vivir más y mejor. Por ejemplo:
¿Cómo cuidas las cosas que te prestan? (22:26-27). Dios es misericordioso y justo.
¿Cómo tratas y qué hablas de los que son autoridad sobre ti? (22:28). Dios es autoridad y tiene autoridad.
¿Cómo te comportas sexualmente? (22:16,19). Dios es santo.
¿Cómo tratas a los que son de otros lugares o razas? (22:21, 23:9). Dios no hace acepción de personas. Él nos acepta como somos.
¿Cómo debe ser tu actitud ante la idolatría y el ocultismo? (22:18, 20, 23:13, 24). Dios es único y no está muerto. Sólo Él merece nuestra adoración.
¿Cómo hablas? (21:17, 23:1-3, 7). Dios habla verdad y rechaza toda mentira porque Él es verdadero.
¿Cómo es tu relación con los no creyentes? (23:2, 32-33). Dios no participa ni aprueba la maldad. Él juzga a los malos.
¿Qué actitudes tienes hacia aquellos que no soportas? (23:4-5). Dios es amor y perdonador.
¿Son tus actitudes, palabras o reacciones violentas? (21:12, 14-15, 18-22). Dios es un Dios de paz y de paciencia. El no es violento ni agresivo.
¿Te das cuenta?
Piénsalo.
Aunque tantas leyes parezcan “pesadísimas”, no tienen el propósito de privarte la libertad y enjaularte como a un preso “al que le prohiben todo”; por el contrario tienen el propósito de revelarte cómo es Dios y quién es Él para que, respetando su voluntad; disfrutes de todo con libertad. Una libertad que te haga bien y que le haga bien a los que te rodean. Es cierto que muchas de estas leyes eran exclusivas para los israelitas allí en el desierto, y también es cierto que palabras como “ojo por ojo o diente por diente” ya no van más. Pero también es cierto que Dios no cambia, Él es el mismo. Lo que odiaba y juzgaba ayer también lo odia y juzga hoy. Lo que aceptaba y bendecía ayer también lo acepta y bendice hoy, aunque las reglas cambien. Más importante que conocer las reglas y leyes es CONOCER A DIOS, tener una relación personal con Él, saber quien es. No hacer tu propia voluntad, sino la suya. Vivirás mejor que cualquiera de tus amigos, familiares o desconocidos.
¡Tantas leyes y ordenanzas! ¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros?
Aunque te parezca increíble tiene muchísimo que ver contigo y conmigo. Las leyes de Dios no son caprichosas, están dadas con objetivos muy claros.
¿Por qué piensas que Dios dejó leyes tan específicas?
La respuesta es muy simple: Si no hubiera leyes todo sería un gran desorden, cada uno impondría sus propias reglas y reinaría el caos. Pero además, las leyes de Dios tienen otro propósito: ellas nos libran de lo malo (malas decisiones, malas actitudes, malas reacciones, malos consejos, malas relaciones…) y nos revelan algo de la forma de ser de Dios. En otras palabras: Nos enseñan a vivir más y mejor. Por ejemplo:
¿Cómo cuidas las cosas que te prestan? (22:26-27). Dios es misericordioso y justo.
¿Cómo tratas y qué hablas de los que son autoridad sobre ti? (22:28). Dios es autoridad y tiene autoridad.
¿Cómo te comportas sexualmente? (22:16,19). Dios es santo.
¿Cómo tratas a los que son de otros lugares o razas? (22:21, 23:9). Dios no hace acepción de personas. Él nos acepta como somos.
¿Cómo debe ser tu actitud ante la idolatría y el ocultismo? (22:18, 20, 23:13, 24). Dios es único y no está muerto. Sólo Él merece nuestra adoración.
¿Cómo hablas? (21:17, 23:1-3, 7). Dios habla verdad y rechaza toda mentira porque Él es verdadero.
¿Cómo es tu relación con los no creyentes? (23:2, 32-33). Dios no participa ni aprueba la maldad. Él juzga a los malos.
¿Qué actitudes tienes hacia aquellos que no soportas? (23:4-5). Dios es amor y perdonador.
¿Son tus actitudes, palabras o reacciones violentas? (21:12, 14-15, 18-22). Dios es un Dios de paz y de paciencia. El no es violento ni agresivo.
¿Te das cuenta?
Piénsalo.
Aunque tantas leyes parezcan “pesadísimas”, no tienen el propósito de privarte la libertad y enjaularte como a un preso “al que le prohiben todo”; por el contrario tienen el propósito de revelarte cómo es Dios y quién es Él para que, respetando su voluntad; disfrutes de todo con libertad. Una libertad que te haga bien y que le haga bien a los que te rodean. Es cierto que muchas de estas leyes eran exclusivas para los israelitas allí en el desierto, y también es cierto que palabras como “ojo por ojo o diente por diente” ya no van más. Pero también es cierto que Dios no cambia, Él es el mismo. Lo que odiaba y juzgaba ayer también lo odia y juzga hoy. Lo que aceptaba y bendecía ayer también lo acepta y bendice hoy, aunque las reglas cambien. Más importante que conocer las reglas y leyes es CONOCER A DIOS, tener una relación personal con Él, saber quien es. No hacer tu propia voluntad, sino la suya. Vivirás mejor que cualquiera de tus amigos, familiares o desconocidos.
viernes, 18 de marzo de 2011
ASI DICE EL SEÑOR
Éxodo 20.
Ya pasaron tres meses desde que los israelitas salieron de la esclavitud de Egipto, y en este breve tiempo, Dios los sorprendió con sus milagros y poderes. La columna de nube guiándolos (y dándoles sombra) durante el día. La columna de fuego alumbrándolos (y dándoles calor) durante las frías noches del desierto. Un cruce en seco a través del mar. Agua amarga convertida en agua potable. Comida del cielo, nutritiva, dulce y abundante, llamada maná. Agua de la roca, y la primera batalla ganada contra los violentos de Amalec que quisieron destruirlos. Y ahora, después de 3 meses de viaje, llegan al desierto del Sinaí, donde Dios los volverá a sorprender, pero esta vez con su sabiduría, su ciencia y su santidad.
Escucha: Los diez mandamientos o cualquier otra ley, no sirven de nada si no recibes a Jesús como tu Salvador y Señor. Podrás saberte de memoria los diez mandamientos, podrás ir a la iglesia todos los sábados y domingos, podrás hacer todo el esfuerzo que se te dé la gana para cumplirlos y obedecerlos, podrás recitarlos mil veces, pero si nunca invitaste a Cristo a vivir en tu vida y si nunca le pediste perdón a Él por tus pecados, estás muerto en tu corazón y todo lo que hagas o recites de la Biblia no te servirá absolutamente de nada. ¿Te queda claro?
Hay quienes piensan que por cumplir algún mandamiento, por ejemplo, no robar ni adulterar ¡ya está! ¡Ya son santos y todo está bien con Dios! ¡Mentira! ¡Falsos espirituales! ¡Están condenados! Porque seguramente le oran, le prenden velas y se arrodillan delante de los santos y de las vírgenes y se cuelgan crucifijos o coleccionan estampitas ¡y eso también está prohibido por Dios en el 1º y 2º mandamiento!
Y seguramente son codiciosos, seguramente hablan mal de sus vecinos o familiares, tal vez roban no pagando los impuestos o enganchándose de la luz ajena o pinchando la señal de cable o dejando enormes deudas.
O seguramente son irrespetuosos, desobedientes y mal educados con sus padres. ¡Y todos estos son mandamientos que ellos no cumplen!
Piénsalo.
Aún nosotros muchas veces nos comportamos igual que ellos. Nos olvidamos que nuestro Dios es Santo y que Él, aunque no descienda con truenos y relámpagos ni nos mande un rayo para matarnos apenas pecamos, si nos exige santidad en nuestros sentimientos, palabras, pensamientos y actitudes.
Tendríamos que temblar, aunque sea un poquito, delante de Él, en vez de comportarnos como hipócritas: hacer cualquier cosa por ahí, hablar mal de alguien y después alabar y orar como si todo estuviera tan bien. Más importante que los mandamientos en tu cabeza es la santidad en tu forma de vivir.
Ya pasaron tres meses desde que los israelitas salieron de la esclavitud de Egipto, y en este breve tiempo, Dios los sorprendió con sus milagros y poderes. La columna de nube guiándolos (y dándoles sombra) durante el día. La columna de fuego alumbrándolos (y dándoles calor) durante las frías noches del desierto. Un cruce en seco a través del mar. Agua amarga convertida en agua potable. Comida del cielo, nutritiva, dulce y abundante, llamada maná. Agua de la roca, y la primera batalla ganada contra los violentos de Amalec que quisieron destruirlos. Y ahora, después de 3 meses de viaje, llegan al desierto del Sinaí, donde Dios los volverá a sorprender, pero esta vez con su sabiduría, su ciencia y su santidad.
Escucha: Los diez mandamientos o cualquier otra ley, no sirven de nada si no recibes a Jesús como tu Salvador y Señor. Podrás saberte de memoria los diez mandamientos, podrás ir a la iglesia todos los sábados y domingos, podrás hacer todo el esfuerzo que se te dé la gana para cumplirlos y obedecerlos, podrás recitarlos mil veces, pero si nunca invitaste a Cristo a vivir en tu vida y si nunca le pediste perdón a Él por tus pecados, estás muerto en tu corazón y todo lo que hagas o recites de la Biblia no te servirá absolutamente de nada. ¿Te queda claro?
Hay quienes piensan que por cumplir algún mandamiento, por ejemplo, no robar ni adulterar ¡ya está! ¡Ya son santos y todo está bien con Dios! ¡Mentira! ¡Falsos espirituales! ¡Están condenados! Porque seguramente le oran, le prenden velas y se arrodillan delante de los santos y de las vírgenes y se cuelgan crucifijos o coleccionan estampitas ¡y eso también está prohibido por Dios en el 1º y 2º mandamiento!
Y seguramente son codiciosos, seguramente hablan mal de sus vecinos o familiares, tal vez roban no pagando los impuestos o enganchándose de la luz ajena o pinchando la señal de cable o dejando enormes deudas.
O seguramente son irrespetuosos, desobedientes y mal educados con sus padres. ¡Y todos estos son mandamientos que ellos no cumplen!
Piénsalo.
Aún nosotros muchas veces nos comportamos igual que ellos. Nos olvidamos que nuestro Dios es Santo y que Él, aunque no descienda con truenos y relámpagos ni nos mande un rayo para matarnos apenas pecamos, si nos exige santidad en nuestros sentimientos, palabras, pensamientos y actitudes.
Tendríamos que temblar, aunque sea un poquito, delante de Él, en vez de comportarnos como hipócritas: hacer cualquier cosa por ahí, hablar mal de alguien y después alabar y orar como si todo estuviera tan bien. Más importante que los mandamientos en tu cabeza es la santidad en tu forma de vivir.
jueves, 17 de marzo de 2011
¿DE QUIEN TE QUEJAS?
Éxodo 16.
Pasaron pocas semanas desde que salieron de Egipto y ya comenzaron los primeros problemas. El pueblo cambió la danza y la alabanza por terribles murmuraciones y quejas insoportables.
Se quejaban continuamente, pero lo peor de todo era que aún añoraban su vida vieja. ¡¿Quién los entiende?!
Se le quejaban a Moisés pero en realidad, ¿a quién iban dirigidas sus quejas y críticas? (16:7-8).
¿Hacia quién diriges generalmente tus quejas? No hace falta decir cosas en voz alta para quejarse, porque hay quejas del pensamiento. Y también hay quejas de las actitudes, por ejemplo cuando reaccionas con fastidio y malestar por las cosas que te mandan a hacer o que te dicen. Tal vez ni abres la boca pero esa reacción fastidiosa es una manera de quejarte.
¿Sabías que la queja es un pecado y que además, te convierte en alguien amargado, egoísta y pesimista, incapaz de ver las cosas buenas que te rodean y disfrutarlas?
¿Sabías que la murmuración es un grave pecado?
Murmurar es hablar con otros mal de alguien sin que éste lo sepa. Entonces, cada vez que le sacas mano a alguien, o lo acusas, desprestigias o criticas, estás murmurando.
Si te sucede algo o te sientes incómodo con alguien, no murmures con otras personas en su contra. Anda, da la cara y habla personalmente con él. No peques.
¿Sabías que toda queja y murmuración hacia otros están dirigidas a Dios? ¿Sabes por qué? Porque es Dios quien puso a tu lado a esas personas y es Él quien decide sobre tu vida.
Otro grave pecado de este pueblo era que constantemente extrañaba su vieja vida en Egipto (16:3, 17:3).
¡Extrañaban ser esclavos! ¡Extrañaban que los hicieran trabajar como unos burros! ¡Extrañaban que los tratasen como a animales! ¡Estaban locos!
Seguramente tú dejaste cosas para seguir a Jesús, ¿todavía las extrañas?
Los amigos, el sexo, los boliches, los porros, aquellas “resacas”, esos pecados o vicios que te ataban. Muy dentro de ti, ¿quieres volver a todo aquello o estás disfrutando de todo lo nuevo y lo sano que hay en Jesús?
¿Prefieres aquellos “palos” que te pegaba Satanás o la libertad que encuentras en Cristo?
Pasaron pocas semanas desde que salieron de Egipto y ya comenzaron los primeros problemas. El pueblo cambió la danza y la alabanza por terribles murmuraciones y quejas insoportables.
Se quejaban continuamente, pero lo peor de todo era que aún añoraban su vida vieja. ¡¿Quién los entiende?!
Se le quejaban a Moisés pero en realidad, ¿a quién iban dirigidas sus quejas y críticas? (16:7-8).
¿Hacia quién diriges generalmente tus quejas? No hace falta decir cosas en voz alta para quejarse, porque hay quejas del pensamiento. Y también hay quejas de las actitudes, por ejemplo cuando reaccionas con fastidio y malestar por las cosas que te mandan a hacer o que te dicen. Tal vez ni abres la boca pero esa reacción fastidiosa es una manera de quejarte.
¿Sabías que la queja es un pecado y que además, te convierte en alguien amargado, egoísta y pesimista, incapaz de ver las cosas buenas que te rodean y disfrutarlas?
¿Sabías que la murmuración es un grave pecado?
Murmurar es hablar con otros mal de alguien sin que éste lo sepa. Entonces, cada vez que le sacas mano a alguien, o lo acusas, desprestigias o criticas, estás murmurando.
Si te sucede algo o te sientes incómodo con alguien, no murmures con otras personas en su contra. Anda, da la cara y habla personalmente con él. No peques.
¿Sabías que toda queja y murmuración hacia otros están dirigidas a Dios? ¿Sabes por qué? Porque es Dios quien puso a tu lado a esas personas y es Él quien decide sobre tu vida.
Otro grave pecado de este pueblo era que constantemente extrañaba su vieja vida en Egipto (16:3, 17:3).
¡Extrañaban ser esclavos! ¡Extrañaban que los hicieran trabajar como unos burros! ¡Extrañaban que los tratasen como a animales! ¡Estaban locos!
Seguramente tú dejaste cosas para seguir a Jesús, ¿todavía las extrañas?
Los amigos, el sexo, los boliches, los porros, aquellas “resacas”, esos pecados o vicios que te ataban. Muy dentro de ti, ¿quieres volver a todo aquello o estás disfrutando de todo lo nuevo y lo sano que hay en Jesús?
¿Prefieres aquellos “palos” que te pegaba Satanás o la libertad que encuentras en Cristo?
miércoles, 16 de marzo de 2011
PROTEGIDOS
Éxodo 15.
Tal vez te preguntes, ¿por qué, si Dios nos protege, algunos de sus hijos son maltratados, abusados o sufren accidentes?
No es fácil responder esto. No hay respuestas tan simples. Es cierto, Dios nos guarda, pero a veces nosotros mismos buscamos el riesgo y nos metemos es situaciones peligrosas.
Es cierto, Dios nos guarda, pero mientras fuimos niños (y aún de adolescentes) la mayor responsabilidad sobre nuestras vidas era de nuestros padres. Ellos debían cuidarnos y librarnos de personas con malas intenciones (aún cuando fueran familiares), y a veces no lo hicieron (o nunca); entonces indefensos como niños y con miedos, sufrimos maltratos, golpes o abuso sexual.
Pero, ¿por qué esos padres que deben proteger a sus hijos, como representantes de Dios, no lo hacen?
A veces, porque ellos mismos ignoran a Dios y no actúan como sus representantes. A veces por exceso de confianza y descuido, porque ellos mismos no recibieron de sus padres el cuidado necesario. Otras veces por pasar demasiadas horas fuera del hogar dejando solos a sus hijos, sin saber con quiénes están y qué hacen. Otras veces, por miedo, se vuelven cómplices de aquellos que lastiman o abusan y no hacen nada, aún sabiendo la verdad.
Piénsalo.
Lo importante ahora es que tengas algo muy en claro: Dios no maltrata y no abusa. Y tú no fuiste responsable de aquellas cosas desagradables que sufriste en tu infancia. No fue tu culpa lo que te tocó vivir. No fue por algo malo que hiciste o dijiste, sino por la falta de protección y cuidado. No busques vengarte, Dios mismo tratará con aquellos que de alguna manera te lastimaron. No tengas miedo, ni vergüenza de abrir tu corazón delante de Dios y de alguna persona madura y espiritual para sacar todo el dolor que aún tengas adentro y para aprender a perdonar.
Hoy, por amor, Dios mismo se hizo cargo de ti para cuidarte y librarte del mal. Si no te metes en nada raro, Él será tu fortaleza y tu cuidador siempre (15:2, 6-7, 11-13, 16-18).
Tal vez te preguntes, ¿por qué, si Dios nos protege, algunos de sus hijos son maltratados, abusados o sufren accidentes?
No es fácil responder esto. No hay respuestas tan simples. Es cierto, Dios nos guarda, pero a veces nosotros mismos buscamos el riesgo y nos metemos es situaciones peligrosas.
Es cierto, Dios nos guarda, pero mientras fuimos niños (y aún de adolescentes) la mayor responsabilidad sobre nuestras vidas era de nuestros padres. Ellos debían cuidarnos y librarnos de personas con malas intenciones (aún cuando fueran familiares), y a veces no lo hicieron (o nunca); entonces indefensos como niños y con miedos, sufrimos maltratos, golpes o abuso sexual.
Pero, ¿por qué esos padres que deben proteger a sus hijos, como representantes de Dios, no lo hacen?
A veces, porque ellos mismos ignoran a Dios y no actúan como sus representantes. A veces por exceso de confianza y descuido, porque ellos mismos no recibieron de sus padres el cuidado necesario. Otras veces por pasar demasiadas horas fuera del hogar dejando solos a sus hijos, sin saber con quiénes están y qué hacen. Otras veces, por miedo, se vuelven cómplices de aquellos que lastiman o abusan y no hacen nada, aún sabiendo la verdad.
Piénsalo.
Lo importante ahora es que tengas algo muy en claro: Dios no maltrata y no abusa. Y tú no fuiste responsable de aquellas cosas desagradables que sufriste en tu infancia. No fue tu culpa lo que te tocó vivir. No fue por algo malo que hiciste o dijiste, sino por la falta de protección y cuidado. No busques vengarte, Dios mismo tratará con aquellos que de alguna manera te lastimaron. No tengas miedo, ni vergüenza de abrir tu corazón delante de Dios y de alguna persona madura y espiritual para sacar todo el dolor que aún tengas adentro y para aprender a perdonar.
Hoy, por amor, Dios mismo se hizo cargo de ti para cuidarte y librarte del mal. Si no te metes en nada raro, Él será tu fortaleza y tu cuidador siempre (15:2, 6-7, 11-13, 16-18).
martes, 15 de marzo de 2011
PLAGAS
Éxodo 8 al 10.
Como Faraón se ponía difícil y como Moisés no aflojaba en obedecer a Dios, la situación llegó a un punto límite. Tremendos poderes espirituales se desencadenaron. Todo el poder de la magia y la brujería satánica contra la poderosa fuerza de Dios. ¿Sabes quién ganó?
Hay tres personajes principales en estos capítulos:
MOISES.
Este es un Moisés totalmente renovado. Dios y él son multitud. Dios lo llamó a ese lugar y Él mismo lo está capacitando, levantando y utilizando con poder. ¿Por qué? Porque Moisés cambió su corazón y se atrevió a creerle a Dios.
Anímate a comprometerte con el Señor en lo que Él te llame. No hay un ministerio mayor que otro. ¿Sabes qué es lo que hace importante y bendecido a un ministerio? El corazón humilde y consagrado de los que participan en él, sin celos, sin competencias. Y a su tiempo el Señor te va a levantar. Hay poder de Dios en tu vida ¡Créelo!
El FARAON y sus brujos.
Todos ellos estaban gobernados por demonios. No conocían ni tenían la vida de Dios. Adoraban ídolos e invocaban a Satanás. Faraón no lo tomaba en serio a Dios. Estaba poseído por el maligno, su corazón estaba duro como una piedra. Él fingía arrepentimiento pero era falso porque lo hacía sólo para escapar de las plagas.
¿Y los brujos? Terminaron temblando ante el poder de Dios. Es importante que tengas claro tres cosas:
A. Satanás siempre será vencido por el poder de Dios. Ya fue derrotado por Jesús. Es un perdedor.
B. Él no puede tocarte, porque MAYOR es Jesús en tu vida. Dios mismo le pone límites que él no puede cruzar. No tengas miedo. Duerme tranquilo.
C. NUNCA te metas en el ocultismo: curanderos, películas de terror o música heavy mundana. Astrología, juego de la copa, yoga, artes marciales. Renuncia a los videojuegos, al anime y al manga que sean satánicos, porque detrás de todas estas cosas hay demonios. ¡Y no es un chiste! Los demonios no juegan.
Y aunque ellos no puedan meterse en tu vida porque el PODEROSO vive en ti, sí te van a perturbar, te van a generar oscuras pesadillas, vas a sentir miedo, van a afectar tu relación personal con Dios y lograrán que tu vida espiritual se enfríe. Te van a generar estados depresivos y van a meter ideas suicidas en tu cabeza. Si participaste en algo de esto confiésaselo a Dios. En su nombre, renuncia específicamente a aquello en lo que has participado y quema esos videos, pósters, cómics, calaveras, remeras, budas, angelitos, cartas de Magic The Gatering, Yu-Gi-Oh, etc. Manténte limpio en tu corazón.
DIOS.
¡No hay otro como Él! ¡Es el único digno de ser adorado, escuchado y obedecido!
No hay brujos, curanderos, “santos padres”, parapsicólogos, pastores, astrólogos o “Marías” que puedan igualarse a Él. No hay Faraón, diablo, demonios, macumberos o satanistas que puedan ganarle. ¡Él es DIOS! ¡Unico, verdadero y vivo! Tú Dios y tú Papá. Así de simple.
Como Faraón se ponía difícil y como Moisés no aflojaba en obedecer a Dios, la situación llegó a un punto límite. Tremendos poderes espirituales se desencadenaron. Todo el poder de la magia y la brujería satánica contra la poderosa fuerza de Dios. ¿Sabes quién ganó?
Hay tres personajes principales en estos capítulos:
MOISES.
Este es un Moisés totalmente renovado. Dios y él son multitud. Dios lo llamó a ese lugar y Él mismo lo está capacitando, levantando y utilizando con poder. ¿Por qué? Porque Moisés cambió su corazón y se atrevió a creerle a Dios.
Anímate a comprometerte con el Señor en lo que Él te llame. No hay un ministerio mayor que otro. ¿Sabes qué es lo que hace importante y bendecido a un ministerio? El corazón humilde y consagrado de los que participan en él, sin celos, sin competencias. Y a su tiempo el Señor te va a levantar. Hay poder de Dios en tu vida ¡Créelo!
El FARAON y sus brujos.
Todos ellos estaban gobernados por demonios. No conocían ni tenían la vida de Dios. Adoraban ídolos e invocaban a Satanás. Faraón no lo tomaba en serio a Dios. Estaba poseído por el maligno, su corazón estaba duro como una piedra. Él fingía arrepentimiento pero era falso porque lo hacía sólo para escapar de las plagas.
¿Y los brujos? Terminaron temblando ante el poder de Dios. Es importante que tengas claro tres cosas:
A. Satanás siempre será vencido por el poder de Dios. Ya fue derrotado por Jesús. Es un perdedor.
B. Él no puede tocarte, porque MAYOR es Jesús en tu vida. Dios mismo le pone límites que él no puede cruzar. No tengas miedo. Duerme tranquilo.
C. NUNCA te metas en el ocultismo: curanderos, películas de terror o música heavy mundana. Astrología, juego de la copa, yoga, artes marciales. Renuncia a los videojuegos, al anime y al manga que sean satánicos, porque detrás de todas estas cosas hay demonios. ¡Y no es un chiste! Los demonios no juegan.
Y aunque ellos no puedan meterse en tu vida porque el PODEROSO vive en ti, sí te van a perturbar, te van a generar oscuras pesadillas, vas a sentir miedo, van a afectar tu relación personal con Dios y lograrán que tu vida espiritual se enfríe. Te van a generar estados depresivos y van a meter ideas suicidas en tu cabeza. Si participaste en algo de esto confiésaselo a Dios. En su nombre, renuncia específicamente a aquello en lo que has participado y quema esos videos, pósters, cómics, calaveras, remeras, budas, angelitos, cartas de Magic The Gatering, Yu-Gi-Oh, etc. Manténte limpio en tu corazón.
DIOS.
¡No hay otro como Él! ¡Es el único digno de ser adorado, escuchado y obedecido!
No hay brujos, curanderos, “santos padres”, parapsicólogos, pastores, astrólogos o “Marías” que puedan igualarse a Él. No hay Faraón, diablo, demonios, macumberos o satanistas que puedan ganarle. ¡Él es DIOS! ¡Unico, verdadero y vivo! Tú Dios y tú Papá. Así de simple.
lunes, 14 de marzo de 2011
NO ESTAS SOLO
Éxodo 5 y 6.
Después de haber superado sus sentimientos de inferioridad y contando con la colaboración de su hermano Aarón, Moisés está preparado para enfrentar al Faraón. Esta fue la primera gran oposición a la que tuvieron que enfrentarse Moisés y Aarón. Ellos la soportaron, pero el pueblo no (5:20-21, 6:9)
.
Esta primera vez, no sólo no fue fácil, sino que además despertó en Moisés viejos sentimientos de inferioridad. Sintió que no había logrado absolutamente nada. Y parecía como que Dios en vez de ayudarlos los estaba dejando completamente solos.
¿Te sentiste alguna vez así? En medio de una situación en la que te habías propuesto obedecer a Dios, soportaste la presión y la oposición, y sin embargo sentiste que no obtenías ningún resultado, y para colmo las cosas se ponían peor. Mayores burlas, mayores indiferencias, mayores rechazos. ¿Vale la pena esforzarse tanto para que todo empeore?
El pueblo, Moisés, Aarón, todos se desanimaron mucho. ¿Qué fue lo que hizo Dios inmediatamente? ¿Cuáles fueron sus palabras para todos ellos?
Así es Dios.
Él no hace las cosas a las apuradas (porque todo esto llevó su tiempo). Él no se desespera, ni se desalienta como nosotros. Él sabe que a su tiempo se cumplirán sus objetivos. Sin embargo él no actúa por su propia cuenta. No sé por qué, pero todo lo que Dios hace o quiere hacer, siempre lo realiza por medios de personas, de hijos suyos. No se fija mucho en la edad, pero sí mira a fondo el corazón. Tu corazón y el mío.
Piénsalo.
Dios tiene tiempo para hacer las cosas y aunque te parezca que todo empeora por estar en obediencia a Dios, no te desalientes. Él está probando tu fe, tu perseverancia y tu obediencia. Todo esto es muy fácil dentro de la iglesia, pero cuando tienes oposiciones, cuando se ríen de lo que crees no es fácil, pero es allí donde Dios te pone a prueba.
No olvides tampoco quién es tu real enemigo. Tus enemigos no son los que te tratan de santulón, ni tus padres cuando te prohiben ir a la iglesia o no te permiten escuchar música cristiana. Tu verdadero enemigo es Satanás.
Tu lucha es espiritual y aunque parezca, a simple vista, que “no pasa nada”, cree que tu “vara” se comerá la de ellos. Tú permanecerás mientras ellos serán humillados. Tu santidad y tu obediencia no son en vano. Dios tiene sus métodos. Créele, Él sabe lo que hace y sabe cómo hacerlo.
Después de haber superado sus sentimientos de inferioridad y contando con la colaboración de su hermano Aarón, Moisés está preparado para enfrentar al Faraón. Esta fue la primera gran oposición a la que tuvieron que enfrentarse Moisés y Aarón. Ellos la soportaron, pero el pueblo no (5:20-21, 6:9)
.
Esta primera vez, no sólo no fue fácil, sino que además despertó en Moisés viejos sentimientos de inferioridad. Sintió que no había logrado absolutamente nada. Y parecía como que Dios en vez de ayudarlos los estaba dejando completamente solos.
¿Te sentiste alguna vez así? En medio de una situación en la que te habías propuesto obedecer a Dios, soportaste la presión y la oposición, y sin embargo sentiste que no obtenías ningún resultado, y para colmo las cosas se ponían peor. Mayores burlas, mayores indiferencias, mayores rechazos. ¿Vale la pena esforzarse tanto para que todo empeore?
El pueblo, Moisés, Aarón, todos se desanimaron mucho. ¿Qué fue lo que hizo Dios inmediatamente? ¿Cuáles fueron sus palabras para todos ellos?
- Les recordó quién es Él. ¿Quién es? (6:2-3).
- Les recordó un antiguo pacto. ¿Cuál? (6:4-5).
- Les confirmó una promesa. ¿Cuál? (6:6-8).
Así es Dios.
Él no hace las cosas a las apuradas (porque todo esto llevó su tiempo). Él no se desespera, ni se desalienta como nosotros. Él sabe que a su tiempo se cumplirán sus objetivos. Sin embargo él no actúa por su propia cuenta. No sé por qué, pero todo lo que Dios hace o quiere hacer, siempre lo realiza por medios de personas, de hijos suyos. No se fija mucho en la edad, pero sí mira a fondo el corazón. Tu corazón y el mío.
Piénsalo.
Dios tiene tiempo para hacer las cosas y aunque te parezca que todo empeora por estar en obediencia a Dios, no te desalientes. Él está probando tu fe, tu perseverancia y tu obediencia. Todo esto es muy fácil dentro de la iglesia, pero cuando tienes oposiciones, cuando se ríen de lo que crees no es fácil, pero es allí donde Dios te pone a prueba.
No olvides tampoco quién es tu real enemigo. Tus enemigos no son los que te tratan de santulón, ni tus padres cuando te prohiben ir a la iglesia o no te permiten escuchar música cristiana. Tu verdadero enemigo es Satanás.
Tu lucha es espiritual y aunque parezca, a simple vista, que “no pasa nada”, cree que tu “vara” se comerá la de ellos. Tú permanecerás mientras ellos serán humillados. Tu santidad y tu obediencia no son en vano. Dios tiene sus métodos. Créele, Él sabe lo que hace y sabe cómo hacerlo.
domingo, 13 de marzo de 2011
DUDAS Y EXCUSAS
Éxodo 3.
Ya pasaron 40 años desde que Moisés huyó desesperadamente de Egipto. Durante este tiempo trabajó de pastor y vivió en el desierto, además de casarse son Séfora y tener hijos. Su suegro era Jetro, un sacerdote de Madián. Y ahora, a los ¡80 años!, Dios lo llama porque tenía preparado un ministerio para él. ¿Qué me cuentas?
Dios lo encuentra y le pide algo importantísimo (3:7-10). ¡Pero entonces surge la primera… EXCUSA! (3:11).
Qué piensas de los sentimientos de inferioridad de Moisés. ¿Te das cuenta? Esto de sentirse inferior no te pasa únicamente a ti. Imagínate, 40 años cuidando ovejas y de repente Dios lo llama a ser el líder de casi 1.000.000 de personas… ¡en esclavitud! ¡Para morirse!
¿Cómo lo alienta Dios? (3:12).
Dios te llama a dar testimonio delante de tus compañeros, ahí en tu curso o en tu trabajo. Te llama a desafiar a los tibios y apartados. A corregir a los que andan metidos en cualquier cosa. A comprometerte con el servicio en la iglesia.
¿Quién, yo? Sí, ¡tú! Cuando algún líder o pastor te invite a participar, no tomes tu decisión en función de tus sentimientos de inferioridad (“no voy a poder”, “no me va a salir bien”, “nunca lo hice”, “no estoy súper-híper-ultra bien con el Señor”…). Toma tu decisión considerando esto:
Si alguien pensó en ti y te invitó a participar fue porque primeramente Dios pensó en ti y Él te conoce mejor que nadie.
Es cierto que todo lo nuevo produce miedo e inseguridad, pero puedes ir y decirle al Señor: “Tengo miedo, me siento inseguro, nunca lo hice antes, y vengo a decirte todo esto para que me llenes de tus fuerzas ¡y no me dejes solo! Gracias por tenerme en cuenta”.
Piénsalo.
Si Dios pensó en ti es porque sabe que puedes hacerlo. ¡Anímate a creerle!
Pero si en cambios le crees más a lo que sientes nunca vas a hacer nada, porque lo que sientes muchas veces te tira abajo. Créele a Dios y anímate a salir del “desierto” de tu comodidad personal para pensar en otros y bendecirlos. En Él eres capaz de hacerlo aunque las primeras veces no sean fáciles.
Ya pasaron 40 años desde que Moisés huyó desesperadamente de Egipto. Durante este tiempo trabajó de pastor y vivió en el desierto, además de casarse son Séfora y tener hijos. Su suegro era Jetro, un sacerdote de Madián. Y ahora, a los ¡80 años!, Dios lo llama porque tenía preparado un ministerio para él. ¿Qué me cuentas?
Dios lo encuentra y le pide algo importantísimo (3:7-10). ¡Pero entonces surge la primera… EXCUSA! (3:11).
Qué piensas de los sentimientos de inferioridad de Moisés. ¿Te das cuenta? Esto de sentirse inferior no te pasa únicamente a ti. Imagínate, 40 años cuidando ovejas y de repente Dios lo llama a ser el líder de casi 1.000.000 de personas… ¡en esclavitud! ¡Para morirse!
¿Cómo lo alienta Dios? (3:12).
Dios te llama a dar testimonio delante de tus compañeros, ahí en tu curso o en tu trabajo. Te llama a desafiar a los tibios y apartados. A corregir a los que andan metidos en cualquier cosa. A comprometerte con el servicio en la iglesia.
¿Quién, yo? Sí, ¡tú! Cuando algún líder o pastor te invite a participar, no tomes tu decisión en función de tus sentimientos de inferioridad (“no voy a poder”, “no me va a salir bien”, “nunca lo hice”, “no estoy súper-híper-ultra bien con el Señor”…). Toma tu decisión considerando esto:
Si alguien pensó en ti y te invitó a participar fue porque primeramente Dios pensó en ti y Él te conoce mejor que nadie.
Es cierto que todo lo nuevo produce miedo e inseguridad, pero puedes ir y decirle al Señor: “Tengo miedo, me siento inseguro, nunca lo hice antes, y vengo a decirte todo esto para que me llenes de tus fuerzas ¡y no me dejes solo! Gracias por tenerme en cuenta”.
Piénsalo.
Si Dios pensó en ti es porque sabe que puedes hacerlo. ¡Anímate a creerle!
Pero si en cambios le crees más a lo que sientes nunca vas a hacer nada, porque lo que sientes muchas veces te tira abajo. Créele a Dios y anímate a salir del “desierto” de tu comodidad personal para pensar en otros y bendecirlos. En Él eres capaz de hacerlo aunque las primeras veces no sean fáciles.
sábado, 12 de marzo de 2011
MEJOR SOLA QUE MAL ACOMPAÑADA
Génesis 38.
Dejemos por un momento a José de lado y metámonos en otra historia. Una historia de amores y fornicaciones. El protagonista principal es Judá, el cuarto hijo de Jacob y Lea. Luego que él y sus hermanos vendieran a José a los mercaderes madianitas, ¿a qué se dedicó? (38:1 y 2).
¡Sí, el muchacho se dedicó a procrear!
Indudablemente invirtió algunos años en esta tarea porque, ¿cuántos hijos tuvo y cómo se llamaron cada uno de ellos? (38:3 al 5).
Sin embargo estos primeros versículos son solo la introducción a lo que será el clímax de la historia.
Pasaron algunos años más, y el mayor, Er, ya estaba en condiciones de tener novia y casarse. Y de acuerdo a la tradición de aquellos tiempos, el papá eligió una esposa para su hijo.
¿Cómo se llamaba la chica? (38:6).
Recuerda este nombre porque lo vas a leer muchas veces a lo largo de este capítulo.
Esta chica no tuvo mucha suerte con su primer esposo. ¿Qué sucedió con él? (38:7).
¡Dios mismo lo mató! Esto es tremendo. La expresión “ser malo ante los ojos de Jehová” no es superficial ni simbólica. Con estas palabras se enfatiza que la persona, deliberadamente, hacía lo malo aun conociendo sus consecuencias y sabiendo que Dios lo repudiaba. Es una conducta deliberada hacia la práctica del pecado. Es un estilo de vida basado en la maldad. Es como si la persona pensara: “¿A Dios le desagrada esto? ¿Es malo? ¿Es pecaminoso? Bueno, entonces a mí me gusta y lo hago. Y lo que Dios piense a mí no me importa para nada”. Dios mismo le quitó la vida.
¿Qué decisión toma Judá? (38:8).
¿Qué hace Onán y cómo termina su vida? (38:9 y 10).
¡Pobre chica! Todavía no puede disfrutar de un matrimonio estable y tranquilo porque los hijos de su “querido suegro” son de lo peor.
¿Entiendes lo que hacía Onán? Después de cada relación sexual y cuando ya estaba listo para eyacular, en vez de continuar con el coito, ¡eyaculaba su semen en la tierra! (“vertía en tierra”). Con este primitivo y poco eficiente método anticonceptivo, Onán se aseguraba que su esposa no quedara embarazada y de esta manera no le daba descendencia. De hacerlo, serían los “hijos de su hermano”, y todos los beneficios y derechos económicos serían para ellos y ¡no para él!
Fue por esta actitud que Dios también lo mató a él.
Muchos maestros y enseñadores de la Biblia usan éste pasaje para decirte que “el onanismo” (palabra que proviene de Onán y que se asocia a la masturbación) es un pecado que Dios castiga. ¡Naaaadaaaaa que veeeeeeer!
¡Dios NO lo castigó a Onán porque él eyaculaba en la tierra, en el calzoncillo o donde fuere! ¡Dios lo castigó por rehusarse a darle descendencia a su hermano!
¿Qué le propuso Judá a Tamar? (38:11).
¿Y qué sucede entre ellos después de la muerte de la esposa de Judá? (38:12 al 18).
La chica (disfrazada de prostituta) se embaraza de su propio suegro. No tenía ganas de esperar a que el más chiquito creciera. Cuando Judá se entera que ella estaba embarazada ¿qué hace? (38:24).
¡Estaba muy enojado porque ella había tenido sexo vaya a saber con quién! (38:25-30).
¿En qué te deja pensando todo esto?
Dejemos por un momento a José de lado y metámonos en otra historia. Una historia de amores y fornicaciones. El protagonista principal es Judá, el cuarto hijo de Jacob y Lea. Luego que él y sus hermanos vendieran a José a los mercaderes madianitas, ¿a qué se dedicó? (38:1 y 2).
¡Sí, el muchacho se dedicó a procrear!
Indudablemente invirtió algunos años en esta tarea porque, ¿cuántos hijos tuvo y cómo se llamaron cada uno de ellos? (38:3 al 5).
Sin embargo estos primeros versículos son solo la introducción a lo que será el clímax de la historia.
Pasaron algunos años más, y el mayor, Er, ya estaba en condiciones de tener novia y casarse. Y de acuerdo a la tradición de aquellos tiempos, el papá eligió una esposa para su hijo.
¿Cómo se llamaba la chica? (38:6).
Recuerda este nombre porque lo vas a leer muchas veces a lo largo de este capítulo.
Esta chica no tuvo mucha suerte con su primer esposo. ¿Qué sucedió con él? (38:7).
¡Dios mismo lo mató! Esto es tremendo. La expresión “ser malo ante los ojos de Jehová” no es superficial ni simbólica. Con estas palabras se enfatiza que la persona, deliberadamente, hacía lo malo aun conociendo sus consecuencias y sabiendo que Dios lo repudiaba. Es una conducta deliberada hacia la práctica del pecado. Es un estilo de vida basado en la maldad. Es como si la persona pensara: “¿A Dios le desagrada esto? ¿Es malo? ¿Es pecaminoso? Bueno, entonces a mí me gusta y lo hago. Y lo que Dios piense a mí no me importa para nada”. Dios mismo le quitó la vida.
¿Qué decisión toma Judá? (38:8).
¿Qué hace Onán y cómo termina su vida? (38:9 y 10).
¡Pobre chica! Todavía no puede disfrutar de un matrimonio estable y tranquilo porque los hijos de su “querido suegro” son de lo peor.
¿Entiendes lo que hacía Onán? Después de cada relación sexual y cuando ya estaba listo para eyacular, en vez de continuar con el coito, ¡eyaculaba su semen en la tierra! (“vertía en tierra”). Con este primitivo y poco eficiente método anticonceptivo, Onán se aseguraba que su esposa no quedara embarazada y de esta manera no le daba descendencia. De hacerlo, serían los “hijos de su hermano”, y todos los beneficios y derechos económicos serían para ellos y ¡no para él!
Fue por esta actitud que Dios también lo mató a él.
Muchos maestros y enseñadores de la Biblia usan éste pasaje para decirte que “el onanismo” (palabra que proviene de Onán y que se asocia a la masturbación) es un pecado que Dios castiga. ¡Naaaadaaaaa que veeeeeeer!
¡Dios NO lo castigó a Onán porque él eyaculaba en la tierra, en el calzoncillo o donde fuere! ¡Dios lo castigó por rehusarse a darle descendencia a su hermano!
¿Qué le propuso Judá a Tamar? (38:11).
¿Y qué sucede entre ellos después de la muerte de la esposa de Judá? (38:12 al 18).
La chica (disfrazada de prostituta) se embaraza de su propio suegro. No tenía ganas de esperar a que el más chiquito creciera. Cuando Judá se entera que ella estaba embarazada ¿qué hace? (38:24).
¡Estaba muy enojado porque ella había tenido sexo vaya a saber con quién! (38:25-30).
¿En qué te deja pensando todo esto?
viernes, 11 de marzo de 2011
Como Perros y Gatos
Génesis 25:19-34.
Todos los días nos relacionamos con cristianos y no cristianos. Y no siempre de las mejores maneras.
Entre Hermanos.
Desde antes de nacer, Esaú (el primogénito porque salió primero) y Jacob (que como no pudo salir primero se agarró del pie del hermano), se trataron como perros y gatos (25:22-23).
Había enormes diferencias entre ambos hermano (25:24-27). Es importante reconocer nuestras diferencias con los hermanos (los de la familia y los de la iglesia). No somos iguales. Pero nuestras diferencias de habilidades, talentos, capacidades, gustos, ideas, dones, conocimiento, autoridad, etc., nunca deberían ser causa de peleas, discusiones y rivalidades ¡Somos hermanos!
Pero la rivalidad entre Esaú y Jacob, lamentablemente, también estaba alimentada por sus propios padres. Isaac prefería a Esaú, y Rebeca a Jacob. (Gn.25:28).
Muchas veces son los propios padres quienes “prefieren” a uno más que a otros, o hacen comparaciones entre hermanos. O siempre se la agarran de punto con uno de ellos permitiéndole al otro hacer o decir cualquier cosa. Si algo así pasa en tu casa lo mejor es que hables con ellos tratando de explicarles cómo te sientes, ora intensamente por sus vidas y procurar, en la medida de tus posibilidades, mantener la paz.
Pero la rivalidad continuó. ¿De qué tipo fue la ayuda que Jacob le “ofreció” a su hermano? (Gn.25:29-34).
En ese tiempo “ser primogénito” era un honor. Significaba ser el heredero principal, recibir la mejor parte de todas las cosas, tener la autoridad sobre todo. Está claro entonces, por qué Jacob deseaba tanto la primogenitura. Sin embargo, no era lo único que él quería. Había algo más, y lo obtuvo en complicidad con su madre (Gn.27:26 y 36).
Es cierto que Dios había elegido a Jacob para realizar sus propósitos, y es cierto también que Esaú no valoró su primogenitura cambiándola por un guiso de lentejas; pero Jacob estaba haciendo todo mal, sin tener en cuenta para nada la voluntad de Dios. Jacob, con todas sus malas actitudes de ladrón y mentiroso, solo conseguía que su hermano lo odiara más y más (Gn.27:41).
Piénsalo.
Esaú no valoró el privilegio de su primogenitura. ¿Qué cosas valiosas tienes tú que no valoras, o desprecias, o de las cuales vives quejándote? ¿Qué nueva actitud deberías comenzar a tener?
Jacob con sus actitudes daba más problemas que soluciones. Tus actitudes, comentarios o reacciones, ¿aumentan los problemas entre tú y tus hermanos, complican las cosas? ¿Qué deberías corregir o intentar cambiar?
Aunque Dios te haya escogido para mejores cosas que a tu hermano tienes que esperar tú tiempo. Que sea Dios mismo quien te levante en el momento oportuno.
Todos los días nos relacionamos con cristianos y no cristianos. Y no siempre de las mejores maneras.
Entre Hermanos.
Desde antes de nacer, Esaú (el primogénito porque salió primero) y Jacob (que como no pudo salir primero se agarró del pie del hermano), se trataron como perros y gatos (25:22-23).
Había enormes diferencias entre ambos hermano (25:24-27). Es importante reconocer nuestras diferencias con los hermanos (los de la familia y los de la iglesia). No somos iguales. Pero nuestras diferencias de habilidades, talentos, capacidades, gustos, ideas, dones, conocimiento, autoridad, etc., nunca deberían ser causa de peleas, discusiones y rivalidades ¡Somos hermanos!
Pero la rivalidad entre Esaú y Jacob, lamentablemente, también estaba alimentada por sus propios padres. Isaac prefería a Esaú, y Rebeca a Jacob. (Gn.25:28).
Muchas veces son los propios padres quienes “prefieren” a uno más que a otros, o hacen comparaciones entre hermanos. O siempre se la agarran de punto con uno de ellos permitiéndole al otro hacer o decir cualquier cosa. Si algo así pasa en tu casa lo mejor es que hables con ellos tratando de explicarles cómo te sientes, ora intensamente por sus vidas y procurar, en la medida de tus posibilidades, mantener la paz.
Pero la rivalidad continuó. ¿De qué tipo fue la ayuda que Jacob le “ofreció” a su hermano? (Gn.25:29-34).
En ese tiempo “ser primogénito” era un honor. Significaba ser el heredero principal, recibir la mejor parte de todas las cosas, tener la autoridad sobre todo. Está claro entonces, por qué Jacob deseaba tanto la primogenitura. Sin embargo, no era lo único que él quería. Había algo más, y lo obtuvo en complicidad con su madre (Gn.27:26 y 36).
Es cierto que Dios había elegido a Jacob para realizar sus propósitos, y es cierto también que Esaú no valoró su primogenitura cambiándola por un guiso de lentejas; pero Jacob estaba haciendo todo mal, sin tener en cuenta para nada la voluntad de Dios. Jacob, con todas sus malas actitudes de ladrón y mentiroso, solo conseguía que su hermano lo odiara más y más (Gn.27:41).
Piénsalo.
Esaú no valoró el privilegio de su primogenitura. ¿Qué cosas valiosas tienes tú que no valoras, o desprecias, o de las cuales vives quejándote? ¿Qué nueva actitud deberías comenzar a tener?
Jacob con sus actitudes daba más problemas que soluciones. Tus actitudes, comentarios o reacciones, ¿aumentan los problemas entre tú y tus hermanos, complican las cosas? ¿Qué deberías corregir o intentar cambiar?
Aunque Dios te haya escogido para mejores cosas que a tu hermano tienes que esperar tú tiempo. Que sea Dios mismo quien te levante en el momento oportuno.
jueves, 10 de marzo de 2011
¿QUE ES LO QUE AMAS?
Génesis 22.
La promesa se había cumplido. Dios le había dado descendencia, lo había prosperado y bendecido muchísimo. Pero llegó el tiempo de volver a ser probado por Dios (22:1). Dios le pidió que le entregara a su propio hijo.
Abraham hizo TODO lo que Dios le dijo. Él no pensó en ningún momento que esta dura situación podría venir de Satanás. Él sabía que Dios estaba detrás de esta prueba terriblemente difícil. Y a pesar de todo lo que pudo haber pensado y sentido, Abraham obedeció.
Sería muy tonto pensar que él estaba “feliz” con lo que Dios le pedía. ¡Por supuesto que no estaba feliz! E incluso se debió haber sentido terriblemente mal. Todo el camino hasta el monte debió haber sido una agonía, preguntándose una y otra vez “por qué”. Por qué Dios le había dado este hijo si ahora le pide que lo sacrifique como si fuera un animal. Por qué le había hecho promesas que ahora destruiría. Por qué… si él amaba profundamente a su hijo. Lo amaba más que a nada en el mundo.
Sincérate contigo mismo: ¿Cuáles (o cuál) son las cosas o personas (sobre la tierra) que más amas?
¿Cómo saber qué es lo que más amas?
Es fácil. ¿Qué es lo que más te dolería perder? ¿Qué es “eso” que si algún día lo llegaras a perder, te lo robaran, se muriera, o se fuera, te produciría un tremendo dolor y una gran angustia?
“Eso” que más te dolería perder es lo que más amas.
Imagínate que Dios te pide que entregues “eso” que más amas, que renuncies totalmente a “ese” amor. ¿Cómo te sentirías?
¿Qué pensarías de Dios? Sé sincero.
Dios le había pedido que renunciara a su único hijo, pera ahora que Abraham estaba a punto de sacrificarlo, Dios lo detiene y le prohíbe lastimarlo.
¿Por qué piensas que Dios hace esto? (Gn.22:11 al 13).
Dios le permitió quedarse con lo que amaba (con su hijo) sólo después de haber probado su corazón y su amor. Isaac había llegado a ser tan importante para Abraham que el amor por él ocupaba el mismo lugar que el amor por Dios. Es como que teniéndolo a Isaac se sentía seguro, con ganas de vivir, completo, y ya no necesitaba nada más, o necesitaba menos de Dios que antes. El corazón de Abraham ya no le pertenecía totalmente a Dios, ahora también le pertenecía a Isaac. Por esto Dios lo puso a prueba.
Dios no comparte tu corazón con nada ni con nadie. Él tiene todo el derecho de ser el único en tu vida.
Hay muchas cosas importantes a tú alrededor y seguramente amas alguna de ellas más que a otras: tus padres, tu familia, algún amigo predilecto, tu novia/o, dinero, algún ministerio de la iglesia, estudio, trabajo, ropa, instrumento musical… Pero nada de eso puede tener el primer lugar en tu corazón. “Eso” que más amas, en algún momento Dios te lo va a reclamar para que no lo ames más que a Él mismo. Dios busca que tu seguridad, tu sentirte valioso, tu confianza, no dependa de las cosas o de las personas, sino de tu relación personal con Él.
Tu corazón y tu amor, ¿son completamente de Dios?
La promesa se había cumplido. Dios le había dado descendencia, lo había prosperado y bendecido muchísimo. Pero llegó el tiempo de volver a ser probado por Dios (22:1). Dios le pidió que le entregara a su propio hijo.
Abraham hizo TODO lo que Dios le dijo. Él no pensó en ningún momento que esta dura situación podría venir de Satanás. Él sabía que Dios estaba detrás de esta prueba terriblemente difícil. Y a pesar de todo lo que pudo haber pensado y sentido, Abraham obedeció.
Sería muy tonto pensar que él estaba “feliz” con lo que Dios le pedía. ¡Por supuesto que no estaba feliz! E incluso se debió haber sentido terriblemente mal. Todo el camino hasta el monte debió haber sido una agonía, preguntándose una y otra vez “por qué”. Por qué Dios le había dado este hijo si ahora le pide que lo sacrifique como si fuera un animal. Por qué le había hecho promesas que ahora destruiría. Por qué… si él amaba profundamente a su hijo. Lo amaba más que a nada en el mundo.
Sincérate contigo mismo: ¿Cuáles (o cuál) son las cosas o personas (sobre la tierra) que más amas?
¿Cómo saber qué es lo que más amas?
Es fácil. ¿Qué es lo que más te dolería perder? ¿Qué es “eso” que si algún día lo llegaras a perder, te lo robaran, se muriera, o se fuera, te produciría un tremendo dolor y una gran angustia?
“Eso” que más te dolería perder es lo que más amas.
Imagínate que Dios te pide que entregues “eso” que más amas, que renuncies totalmente a “ese” amor. ¿Cómo te sentirías?
¿Qué pensarías de Dios? Sé sincero.
Dios le había pedido que renunciara a su único hijo, pera ahora que Abraham estaba a punto de sacrificarlo, Dios lo detiene y le prohíbe lastimarlo.
¿Por qué piensas que Dios hace esto? (Gn.22:11 al 13).
Dios le permitió quedarse con lo que amaba (con su hijo) sólo después de haber probado su corazón y su amor. Isaac había llegado a ser tan importante para Abraham que el amor por él ocupaba el mismo lugar que el amor por Dios. Es como que teniéndolo a Isaac se sentía seguro, con ganas de vivir, completo, y ya no necesitaba nada más, o necesitaba menos de Dios que antes. El corazón de Abraham ya no le pertenecía totalmente a Dios, ahora también le pertenecía a Isaac. Por esto Dios lo puso a prueba.
Dios no comparte tu corazón con nada ni con nadie. Él tiene todo el derecho de ser el único en tu vida.
Hay muchas cosas importantes a tú alrededor y seguramente amas alguna de ellas más que a otras: tus padres, tu familia, algún amigo predilecto, tu novia/o, dinero, algún ministerio de la iglesia, estudio, trabajo, ropa, instrumento musical… Pero nada de eso puede tener el primer lugar en tu corazón. “Eso” que más amas, en algún momento Dios te lo va a reclamar para que no lo ames más que a Él mismo. Dios busca que tu seguridad, tu sentirte valioso, tu confianza, no dependa de las cosas o de las personas, sino de tu relación personal con Él.
Tu corazón y tu amor, ¿son completamente de Dios?
miércoles, 9 de marzo de 2011
DECIR ADIOS
SALMO 115.12-18
Decir adios, muchas veces es la palabra más dificil d pronunicar. Es la transicion de esatr acompañdao a quedarse con un sentimiento de vacio; es hacer que un trozo de nuestro ser sea arrancado cuando la otra persona se va.
Jesus nos anunció antes de ascender a los cielos no nos dejaría soplos, envia a nosotros el consolador (S. Juan 15.26) , su Espiritu Santo, la unión entre Dios y los hombres, un pedacito de de Dios en nosotros, una pequeña porción de Él la cual debe crecer en un mismo cada día, permitiendo asi el accionar y la trasformacion desde adentro hacia afuera. La verdadera comunión con Dios y su paz que sobrepasa todo entendimiento es la que hace que el dolor del adios sea mas leve.
El ungüento, su aceite, el remedio que calma todo dolor, ese es el poder de el Santo Espiritu de Dios. (S. Mateo 5.4)
¿Adios? Nunca, nadie ni nada se va hasta que lo olvidamos y Dios a nosotros no nos olvidó (Salmo 115.12-18), nosotros no no acordamos de el.
PIENSALO
No estamos preparados para afrontar el dolor. ¿Qué tanto nos acordamos de Dios en momentos dificiles?
Dios te bendiga.
*DECICADO A MI ABUELA MARGARITA QUE PARTIO CON EL SEÑOR*
Decir adios, muchas veces es la palabra más dificil d pronunicar. Es la transicion de esatr acompañdao a quedarse con un sentimiento de vacio; es hacer que un trozo de nuestro ser sea arrancado cuando la otra persona se va.
Jesus nos anunció antes de ascender a los cielos no nos dejaría soplos, envia a nosotros el consolador (S. Juan 15.26) , su Espiritu Santo, la unión entre Dios y los hombres, un pedacito de de Dios en nosotros, una pequeña porción de Él la cual debe crecer en un mismo cada día, permitiendo asi el accionar y la trasformacion desde adentro hacia afuera. La verdadera comunión con Dios y su paz que sobrepasa todo entendimiento es la que hace que el dolor del adios sea mas leve.
El ungüento, su aceite, el remedio que calma todo dolor, ese es el poder de el Santo Espiritu de Dios. (S. Mateo 5.4)
¿Adios? Nunca, nadie ni nada se va hasta que lo olvidamos y Dios a nosotros no nos olvidó (Salmo 115.12-18), nosotros no no acordamos de el.
PIENSALO
No estamos preparados para afrontar el dolor. ¿Qué tanto nos acordamos de Dios en momentos dificiles?
Dios te bendiga.
*DECICADO A MI ABUELA MARGARITA QUE PARTIO CON EL SEÑOR*
lunes, 7 de marzo de 2011
CUANDO DIOS INTERVIENE
Génesis 20 y 21.
Hay dos intervenciones muy directas (y muy necesarias) de Dios en estos capítulos.
Verdades A Medias.
La 1º intervención la encontrarás en el cap. 20:3-7 y 17. Si Abraham hubiera dicho TODA la verdad en cuanto a su relación con Sara, ¿hubiera sido necesaria la intervención de Dios frenando al “enamorado” Abimelec?
Viejos Problemas No Resueltos.
La 2º intervención de Dios está en el capítulo 21:8 al 20.
En el capítulo 16 el problema fue entre Sara y Agar (las chicas no se llevaban bien). Ahora el problema surge entre Isaac e Ismael (los chicos se parecían mucho a las mamás). Y si los viejos problemas no se resuelven originarán nuevos problemas. Aquel apresuramiento de Abraham y Sara les seguía trayendo dolores de cabeza a todos. En realidad el problema continúa hoy en día, porque todos los árabes descendientes de Ismael y los israelitas descendientes de Isaac, no se pueden ni ver. Los ataques militares o guerrilleros entre unos y otros son permanentes y todos los tratados de paz son inútiles ¡Se odian a muerte!
¿Y en esta situación por qué intervine Dios? Porque ni Sara, ni Abraham, fueron capaces de encontrarle una solución al problema que ellos mismos habían provocado. Y ni Agar, ni Ismael intentaron mantener una convivencia pacífica sujetándose a ellos. Entonces, en lo peor de la crisis, cuando Agar e Ismael vagabundeaban por el desierto, Dios interviene.
¿Qué piensas de estas dos intervenciones de Dios?
¿Te parece que Dios actúa como “un metido”, o como un Dios lleno de amor y misericordia? ¿Por qué?
¿Te acuerdas de alguna circunstancia de tu vida en la cual te hayas dado cuenta que Dios intervino para solucionar algún problema o para sacarte de alguna crisis?
En esos momentos, ¿cómo reaccionaste ante la intervención de Dios?
¿Crees que Dios (por misericordia y amor) está interviniendo ahora en tu vida? ¿Y en tu familia? ¿Eres capaz de darte cuenta de lo que Él está haciendo?
Piénsalo.
Ten en cuenta de que Dios no siempre interviene de la manera que tú piensas o quieres que Él intervenga; pero aunque no sea como tú lo imaginas o esperas Él siempre intervendrá de la mejor manera. Siempre brotará agua del desierto.
Ten en cuenta también que no siempre Dios va a intervenir. El NO intervendrá cuando te pongas terco. Tampoco cuando decidas pecar o desobedecer. En esos casos asumí tus propias consecuencias.
Pero Él SI interviene:
Cuando estés a punto de pecar por ignorancia (como Abimelec que no sabía que Sara era esposa de Abraham).
Cuando, en tus circunstancias, Él ve que hay limpieza y sinceridad de corazón.
Cuando ya no te queden más soluciones “humanas”, y tengas que confíar más en Él que en ti mismo.
Y Él, el Dios misericordioso que interviene en tus circunstancias por amor y que se compromete muy en serio contigo, espera que invoques Su Nombre.
Hay dos intervenciones muy directas (y muy necesarias) de Dios en estos capítulos.
Verdades A Medias.
La 1º intervención la encontrarás en el cap. 20:3-7 y 17. Si Abraham hubiera dicho TODA la verdad en cuanto a su relación con Sara, ¿hubiera sido necesaria la intervención de Dios frenando al “enamorado” Abimelec?
Viejos Problemas No Resueltos.
La 2º intervención de Dios está en el capítulo 21:8 al 20.
En el capítulo 16 el problema fue entre Sara y Agar (las chicas no se llevaban bien). Ahora el problema surge entre Isaac e Ismael (los chicos se parecían mucho a las mamás). Y si los viejos problemas no se resuelven originarán nuevos problemas. Aquel apresuramiento de Abraham y Sara les seguía trayendo dolores de cabeza a todos. En realidad el problema continúa hoy en día, porque todos los árabes descendientes de Ismael y los israelitas descendientes de Isaac, no se pueden ni ver. Los ataques militares o guerrilleros entre unos y otros son permanentes y todos los tratados de paz son inútiles ¡Se odian a muerte!
¿Y en esta situación por qué intervine Dios? Porque ni Sara, ni Abraham, fueron capaces de encontrarle una solución al problema que ellos mismos habían provocado. Y ni Agar, ni Ismael intentaron mantener una convivencia pacífica sujetándose a ellos. Entonces, en lo peor de la crisis, cuando Agar e Ismael vagabundeaban por el desierto, Dios interviene.
¿Qué piensas de estas dos intervenciones de Dios?
¿Te parece que Dios actúa como “un metido”, o como un Dios lleno de amor y misericordia? ¿Por qué?
¿Te acuerdas de alguna circunstancia de tu vida en la cual te hayas dado cuenta que Dios intervino para solucionar algún problema o para sacarte de alguna crisis?
En esos momentos, ¿cómo reaccionaste ante la intervención de Dios?
¿Crees que Dios (por misericordia y amor) está interviniendo ahora en tu vida? ¿Y en tu familia? ¿Eres capaz de darte cuenta de lo que Él está haciendo?
Piénsalo.
Ten en cuenta de que Dios no siempre interviene de la manera que tú piensas o quieres que Él intervenga; pero aunque no sea como tú lo imaginas o esperas Él siempre intervendrá de la mejor manera. Siempre brotará agua del desierto.
Ten en cuenta también que no siempre Dios va a intervenir. El NO intervendrá cuando te pongas terco. Tampoco cuando decidas pecar o desobedecer. En esos casos asumí tus propias consecuencias.
Pero Él SI interviene:
Cuando estés a punto de pecar por ignorancia (como Abimelec que no sabía que Sara era esposa de Abraham).
Cuando, en tus circunstancias, Él ve que hay limpieza y sinceridad de corazón.
Cuando ya no te queden más soluciones “humanas”, y tengas que confíar más en Él que en ti mismo.
Y Él, el Dios misericordioso que interviene en tus circunstancias por amor y que se compromete muy en serio contigo, espera que invoques Su Nombre.
domingo, 6 de marzo de 2011
NUEVOS DESAFIOS
Génesis 17.
Abram ya tiene ¡99 años! Y a sus tiernos 99 años Dios se le revela como el Todopoderoso y nuevamente lo desafía. ¿A qué? (17:1-2).
¡Es el mismo desafío que te hace a ti! Anda delante de Él, sin nada que esconder, y sé perfecto. Perfecto no se refiere a “no cometer errores“, “hacer siempre todo bien”, “ser un obsesivo perfeccionista” o “tirárselas de tipo superior”, no. Perfecto significa que busques agradar a Dios siempre en todo lo que eres y haces.
Dios pacta con Abram, y lo primero que hace es darle una “nueva identidad” (17:5). Y también a Sarai (17:15).
¿Sabías que Dios también hizo un pacto con nosotros por medio de Jesús?
Él se compromete a salvarnos, perdonarnos, darnos una nueva identidad, amarnos incondicionalmente, guiarnos y darnos su Espíritu, pero a cambio, nuestro compromiso es creerle y ser santos. ¿Estás dispuesto?
Cuando crees y recibes a Jesús en tu vida, junto con la salvación, el perdón de pecados y la vida eterna, recibes también una nueva identidad. En otras palabras: Dios te ve como alguien nuevo.
Escúchame atentamente: Si tienes una relación personal con Jesús eres alguien nuevo. Antes eras el pecador, antes eras el rebelde, desobediente, condenado, inútil, abandonado, feo o tonto. ¡Eso ya pasó! Ahora, en Cristo, eres alguien nuevo. Eres perdonado, amado, aceptado, adoptado como hijo. Eres capaz, útil, santo, justo, redimido y glorificado. Sí, disfruta al máximo tu nueva identidad. Es un regalo de Papá.
Promesa, fe, paciencia, tiempos de Dios, pacto, bendiciones, ¡cuántos desafíos!
Sé Paciente. Sí, otra vez. No te apresures a tomar decisiones, ni te apresures a vivir. Hay un tiempo para disfrutar de los amigos y ser amigo, y hay un tiempo para el noviazgo. Un tiempo para casarse y un tiempo para tener bebés. ¡No te adelantes! ¿Quién te corre?
Los que viven corriendo nunca disfrutan nada. Cuando son adolescentes están desesperados por ponerse de novios. Cuando son novios están desesperados por casarse. Cuando se casan están desesperados para que nos les falte nada (o para tener hijos). Y cuando se quieren acordar se les fueron los años y no disfrutaron casi nada. No seas terco en tu propia opinión.
¡Aprende a disfrutar tus años!… Paso a paso…
Abram ya tiene ¡99 años! Y a sus tiernos 99 años Dios se le revela como el Todopoderoso y nuevamente lo desafía. ¿A qué? (17:1-2).
¡Es el mismo desafío que te hace a ti! Anda delante de Él, sin nada que esconder, y sé perfecto. Perfecto no se refiere a “no cometer errores“, “hacer siempre todo bien”, “ser un obsesivo perfeccionista” o “tirárselas de tipo superior”, no. Perfecto significa que busques agradar a Dios siempre en todo lo que eres y haces.
Dios pacta con Abram, y lo primero que hace es darle una “nueva identidad” (17:5). Y también a Sarai (17:15).
¿Sabías que Dios también hizo un pacto con nosotros por medio de Jesús?
Él se compromete a salvarnos, perdonarnos, darnos una nueva identidad, amarnos incondicionalmente, guiarnos y darnos su Espíritu, pero a cambio, nuestro compromiso es creerle y ser santos. ¿Estás dispuesto?
Cuando crees y recibes a Jesús en tu vida, junto con la salvación, el perdón de pecados y la vida eterna, recibes también una nueva identidad. En otras palabras: Dios te ve como alguien nuevo.
Escúchame atentamente: Si tienes una relación personal con Jesús eres alguien nuevo. Antes eras el pecador, antes eras el rebelde, desobediente, condenado, inútil, abandonado, feo o tonto. ¡Eso ya pasó! Ahora, en Cristo, eres alguien nuevo. Eres perdonado, amado, aceptado, adoptado como hijo. Eres capaz, útil, santo, justo, redimido y glorificado. Sí, disfruta al máximo tu nueva identidad. Es un regalo de Papá.
Promesa, fe, paciencia, tiempos de Dios, pacto, bendiciones, ¡cuántos desafíos!
Sé Paciente. Sí, otra vez. No te apresures a tomar decisiones, ni te apresures a vivir. Hay un tiempo para disfrutar de los amigos y ser amigo, y hay un tiempo para el noviazgo. Un tiempo para casarse y un tiempo para tener bebés. ¡No te adelantes! ¿Quién te corre?
Los que viven corriendo nunca disfrutan nada. Cuando son adolescentes están desesperados por ponerse de novios. Cuando son novios están desesperados por casarse. Cuando se casan están desesperados para que nos les falte nada (o para tener hijos). Y cuando se quieren acordar se les fueron los años y no disfrutaron casi nada. No seas terco en tu propia opinión.
¡Aprende a disfrutar tus años!… Paso a paso…
sábado, 5 de marzo de 2011
¡ESCUCHA! DIOS TE LLAMA
Génesis 12.1-8
Seguramente Abram se encontraba muy cómodo con su familia y sus tiendas en Harán, hasta el día en que Dios lo llamó. Y cuando Dios llama, no nos podemos hacer los distraídos. ¿Sabes? Dios nunca llama a alguien para hacerle perder el tiempo. Cuando Él llama siempre es con un propósito.
Primero, Dios te llamó para que seas salvo, para que recibas vida eterna y perdón de tus pecados. Para que tengas una relación personal con Jesús.
Pero de ahora en más, Él te llama para que te comprometas intensamente con su vida y con su Reino. Y a cambio de tu compromiso Él te promete bendecirte en todas las áreas de tu vida. Dios te llama, no te hagas el distraído.
No todo fue agradable para Abram, porque hubo algo en lo que él no obedeció el llamado de Dios. ¿Cuál fue esa excepción? (12:4-5).
Abram continúa su viaje y nuevamente se le presenta Dios y le aclara más las cosas. Abraham entonces levanta un altar (12:7). El altar es un símbolo de comunión. Levantas un altar cada vez que te humillas delante de Dios, cada vez que lo adoras, cada vez que renuncias por amor a todo aquello que afecta negativamente tu vida, cada vez que lo buscas en oración.
Pero aún hay algo más. ¿Dónde instala Abram su tienda y qué hace? (12:8).
¿Sabías que Bet-el significa “Casa de Dios” y que Hai significa “Ruina”?
¡Y él acampó entre ambos lugares! Si sus decisiones eran correctas iría hacia “la casa de Dios”, pero si sus decisiones eran erradas lo conducirían hacia la “ruina”.
Dios lo llamó a Abram y le prometió bendecirlo y multiplicarlo. A cambio, él tenía que dejar su tierra (donde practicaban el culto de adoración a la luna), su parentela (todos ellos se asentaron en Harán para continuar la práctica de aquel culto) y la casa de su padre (porque Dios quería comenzar algo exclusivamente nuevo con él y con su esposa).
Piensa un poco en ti mismo. Piensa en tus amistades, diversiones, sentimientos, proyectos futuros, pecados, música, hobbies, TV, videojuegos, conversaciones, vicios, sexo… ¿cuáles son las cosas que te están impidiendo seguir el llamado de Dios para tu vida y qué cosas, sí o sí, deberías dejar porque pueden llegar a conducirte a la ruina?
“Dejar” no significa volverte “tonto”, “bobo”, o “amargado”. Por el contrario, cuanto más lugar le das a Dios en tu vida privada (y pública) más aprendes a disfrutar con libertad de todas las cosas (y personas) que sean sanas y santas.
Piénsalo.
Dios te llamó porque tiene propósitos muy fuertes para ti, pero es necesario que renuncies a todo lo que sea un estorbo entre tú y Él. No son solo los amigos o los lugares a los que asistes las únicas cosas que te puedan estorbar. ¿Y tu manera de pensar? ¿Y las cosas que sientes? Especialmente cuando lo cuestionas a Dios o cuando no quieres obedecerlo en todo.
Seguir el llamado de Dios es mucho más que hacer algo en la iglesia, es estar comprometido con su santidad todos los días.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)